Continuando con el especial por el #AniversarioUNMSM, Marco Martos nos ofrece los siguientes poemas dedicados a San Marcos
Duende
Las casonas de San Miguel de Piura
crujen y tiritan en las noches de julio.
Circulan duendes en sus zaguanes y corredores
y hay brasas calientes todavía en sus cocinas silenciosas.
Se vendrán abajo cualquier tarde,
un temblor, un viento huracanado.
Nadie tiene las llaves de sus candados herrumbrados.
Las aldabas lucían hermosas en tiempos de fastos.
Nadie sabe nada de los fantasmas,
salvo la poesía que intuye los comienzos.
En una de esas casas de paredes agrietadas
vivió Joaquín recitando a Heine, a Goethe,
en el jardín de los papelillos, del mango ciruelo.
Un día se fue volando por la ventana,
se confundió con el cielo añil, con las uvas azules.
Regresa cuando quiere en las noches de luna,
se queda en el patio, hablando solo, a la intemperie.
Raspadilla con César Vallejo
En este rincón, con árboles que me cercan, siento los latidos del corazón,
el acompasado gemir de los días aciagos que cobran presencia
en el presente eterno , frágiles cristales, sueños rotos,
y aquello que amamos flotando en la desesperación.
Es diurno el pesado sueño, y nocturna la gracia de la garúa del amor.
Todo dura demasiado en el mediodía estancado entre relentes,
la calma se parece a la enfermedad y al temor.
Una vaharada de aire seco y caliente entra por la boca y da pesar.
A lo lejos aparece la infancia como una isla de perfección,
la rada y los acantilados de Paita, la cuesta del sol.
En el parque vendían hielo majado y mieles intensas
y había risas de muchachas que aliviaban los impacientes latidos del corazón.