Este cuento muestra la calidad y originalidad de Christian Cervantes, colaborador de Pajinas Libres. La técnica y la trama son muy rescatables y sugestivas. Es la historia de un abogado en el contexto ficticio, aun, del matrimonio homosexual y el abandono y reencuentro con el padre subversivo. Se trata de un relato no solamente de gran valor narrativo sino también jurídico.
Hoy, así rezaba la placa del monumento-busto: Quien desea escribir, no debe hacerlo con la intención de llegar a ser notable, sino con la convicción de decir su verdad”, de Carmela Núñez Ureta, poeta arequipeña, ubicado en la plaza del Paseo de la Cultura, lugar que hace 2 años exactamente, hirvió de gente agitando sus banderas arcoíris en la XV Marcha del Orgullo gay luego de haberse aprobado en el congreso la ley del matrimonio homosexual, cuando en algún punto de la ciudad, el mismo día de la marcha, la poeta fallecía víctima de un cuadro severo de olvido crónico. Ahora la plaza, convertida en tierra de abogados, servía como aposento de una jauría de canillitas dispuestos a colgarse de corbatas y carteras para llevarse un puñado de monedas a la boca. Algunos magistrados naufragaban por un emoliente antes de ir a sus juzgados para despedazar escritos. Las pistas onduladas habían sido lavadas por la garua, las esquinas memorizaron el rostro de un centro histórico embadurnado por el bostezo del sol. Un acontecimiento legendario sucedió: Los litigantes, en espera de la luz en sus apelaciones, frente a la sala de audiencias, desarmaban sus camas para dejar entrar a los vocales en sus despachos. Los notificadores rodaban como canicas por el laberinto del palacio. A estas horas del día el aroma de la justicia se fue disolviendo en pocos minutos frente a la puerta principal de la corte. ¿Superior?
El aire condensaba los susurros de varias audiencias pendientes, entre ellas la de Leiva Jáuregui: un proceso de Divorcio por causal de homosexualidad sobreviniente al matrimonio. Frida Leiva descubrió en su sexto aniversario de boda, la poderosa atracción que sentía hacia las mujeres. Enterado, su esposo militar, amparándose en la situación de conyugue inocente pedía –con ferocidad – la custodia de sus hijas y la separación absoluta de su mujer lesbiana.
El día 10 de agosto a las 9:00 am estaremos ante el juez- dijo Dany Parrales – colocando su sello en la última resolución. – Pelearemos hasta el final. Tus hijas permanecerán en tu custodia, te lo garantizo – Agrego el abogado, cerrando el grueso expediente y sacando el diario oficial “El Peruano”, subrayo la nueva ley.
- He conversado con Karina y ella está encantada de vivir con mis dos niñas en su apartamento. Nosotras estamos listas para afrontar este largo camino, hasta las últimas consecuencias. – dijo Frida. Con una seguridad absoluta, agregó – La Mesa de Lucha ha sido nuestra fortaleza hasta ahora, les estoy muy agradecida.
La mujer, de amplias caderas, con ojos cautivadores y busto prominente, extendió una invitación al abogado citándolo para su boda con Karina a fines de ese año y confeccionando una sonrisa conquisto el dintel, se cubrió con la sombrilla y abandono el estudio.
Doña Catita le hizo memorizar a su pequeño Daniel Parrales la frase ¡Mi padre está muerto! Hasta el cansancio. Pero ella y los abuelos paternos de Daniel sabían la verdad: Ismael Parrales se había enfilado a Sendero Luminoso en el séptimo mes de embarazo de Catalina. El abuelo Rosendo Parrales vio en el pequeño Daniel la inmolación del hijo y termino reconociéndolo en nombre del padre y del espíritu santo. Daniel no levanto sospechas en la primaria, pero el termómetro de su virilidad declino en la secundaria. En el colegio Militar Miguel Grau se hizo gay. Antes de cumplir 15 años, su abuela Erica Mostajo moría envenenada por tomar un mate de hierba buena fumigada. Quizás presagiando la homosexualidad del nieto o la partida de su esposa, una tarde, ante la atenta mirada de Daniel, el abuelo voló del segundo piso murmurando la palabra ¡Erika! ¡Erika! Aunque algunos refieren que dijo: ¡marica! ¡Marica! Hasta su aterrizaje en las orillas de la muerte, suicidándose. Una vez abierto el testamento del abuelo una verdad se imprimió en su adalid: “Tuve un hijo llamado Ismael Parrales que se enfilo a Sendero, según me he enterado, se cambió de nombre, su conducta deshonrosa así como su participación en actos subversivos contra el estado son las razones por las que lo estoy desheredando”. Daniel se enteró de toda la farsa sembrada por Doña Catita aunque en su mente la ausencia de ese padre terrorista le había enseñado algo: “la necesidad de buscar un amor masculino”.” Rafael es mi amor…” Así pensó Dany Parrales muchos años después, cuando vio entrar a su pareja el doctor Bardales, a su despacho minutos antes de enterarse de una terrible verdad.
Siendo miembro activo de la Mesa de lucha contra la discriminación de los homosexuales, suscrita a la LGTB, hace dos años atrás, Dany Parrales Izaguirre abría su estudio jurídico como defensor, consultor y representante de los abogados gays en Arequipa. Su reputación se reencarno en su labor: le llegaron abundantes casos de maternidad subrogada, tenencias, reconocimiento de Derechos, actos de discriminación, así como invitaciones a marchas y seminarios en defensa del gremio. El primer caso mediático que llego a sus manos fue el divorcio de Frida Leiva. El demandante era Alonso Rocha un anacrónico y machista comandante del SIN. La originalidad del caso desato el ensañamiento de los medios de comunicación: “Esposa gay de militar ya tiene novia” o “Pareja homosexual reclama custodia de dos niñas”. Rafael Bardales, el abogado de Rocha, salía en los medios defendiendo al militar con los argumentos más sugestivos, repetidos incluso hasta en el mismo día de la audiencia.
- ¿acaso un juez o una corte pueden decidir por 32 millones de peruanos?- pregunto el doctor Rafael y cogiéndose su testa canosa fulmino con la mirada a Frida. – Una cosa es la legalización del matrimonio homosexual pero cosa distinta es la tenencia ¡Esas niñas jamás estarán en sus manos!
Los ojos del juez bailaron por toda la sala, prosperaron en el abogado y al final los enterró en el expediente. Su sombra carecía de autoridad.
- Holanda, Canadá, Suecia, Brasil, Argentina y ahora Perú nos han aceptado como somos. – Dijo Dany, absorbiendo sus vejámenes – ¡Estas dos mujeres se aman! ¡Ninguna investigación acredita el perjuicio de los menores al estar en un matrimonio gay! ¿Acaso tiene Ud. algún problema con los homosexuales?
- ¡No!. Porque… porque a mí me gustan las mujeres – dijo El Doctor Rafael, intimidado, sin convicción.
A los largo de sus misteriosos 50 años no se le había conocido mujer ni hijos a Rafael Bardales. Le gustaba la música de Bach y Mozart mientras escribía poemas de largo aliento fumando un Marlboro en su pequeño departamento del décimo piso en el edificio Sudamérica. Con la excusa de realizar tertulias invitaba a poetas bisexuales para beber alcohol y terminar escribiendo sus relaciones sexuales sobre la piel de su dormitorio. Su esfera personal era un momento curioso en su vida profesional, pues desde su regreso de la selva todo era distinto. Su nuevo apellido “Bardales” era muy parecido al anterior. Su antigua identidad jamás sería descubierta pues el trabajo estaba bien hecho. ¿Y su homosexualidad? : No podría ocultarla por mucho tiempo. La ley ya se había promulgado y el confesar su amor por los hombres, en predilección por los más jóvenes, era una idea que rondaba su cabeza como la polilla ronda a los focos. Pero no ahora. Estaba en una defensa técnica y tenía que guardar las apariencias.
A diario los escritos judiciales se suicidaban en mesa de partes mientras el tiempo imploraba un respiro. El incólume rostro de Carmela Núñez era testigo de la desesperanza en los juicios, la fundición de los valores de antaño, con la mirada congelada en la lontananza, algunos afirman haberla visto llorar de suplicio. ¿Y El caso? Ah sí, la audiencia de Divorcio sirvió para entrecruzar sus destinos. Aunque el primer paso lo dio Dany, fue Rafael quien lo escucho atentamente cuando este ingreso a su estudio sin pedir permiso. Quizás hayas podido engañar a todos menos a mí. No es sencillo aceptar lo que somos. En mi caso tome esa decisión cuando tenía 15, le dijo. Desde allí me llamo Dany ¿De qué decisión me estás hablando? Me impresionaste desde que te conocí en la audiencia. Decidí investigarte y ¿adivina lo que encontré? Un lobo vestido de oveja o ¿una loba? ¡Salga de mi oficina inmediatamente! Así que te gusta la poesía. También a mí. ¿Has leído a Melgar, Hidalgo o Núñez Ureta? Pero no vine a eso, sino a expresarte mis sentimientos, fuiste un rival digno durante el juicio pero al final esas niñas quedaron bajo el amparo de Frida y Karina. ¡Vamos a apelar! ¿Apelar? Hazlo si gustas pero ellas se casaran a fines de este año. Puedes venir conmigo a la fiesta, te invito. ¿Cómo que por qué? Me gustas. Esas canas y el misterio de tu mirada me sedujeron. ¿Qué yo te gusto? ¿Cómo descubriste que soy gay? Una lágrima se cayó por sus mejillas y otras más la siguieron. La costra de la paternidad ausente ya no ardía. El piso embaldosado dio fe de un acercamiento mutuo, soldando sus labios en un beso interminable que abrió un camino hacia los umbrales del amor.
Acontecieron meses apasionados: algunos malos entendidos se solucionaban en la noche cuando la luna sudaba su último resplandor. Un par de ojos pardos le propusieron matrimonio a esas cejas espesas; despegándose del piso, sus rodillas desempacaron un anillo de 24 quilates que logro fulminar la voluntad de Rafael y finalmente dijo: ¡sí! ¡Si, acepto! Una coincidencia más les dio la seguridad de su unión: Frida, antes de abordar el coche matrimonial, lanzo el ramo de flores directamente a las manos de Dany. Al otro extremo del salón Rafael sonreía sellando su complicidad. Ambos sabían que su boda era la siguiente.
Doña Catita Izaguirre se había congelado en el tiempo. Luego de invernar por 29 días salía una vez al mes solo para cobrar sus cuatrocientos soles de pensión por jubilación en el Banco Agrario. Ella se arrebujaba en su mantita y cogía su escoba para transportarse. Gruñía en cada paradero, reclamando a la juventud su poca consideración con las viejitas decentes. Siempre al medio día, luego de coser su dinero en el pantalón, le gustaba respirar el aire de la oficina de Dany y sin previo aviso aparecía, arrugada como una pasa, con un taper bajo el brazo de una nutritiva sopa de ruda para su hijo, inspeccionando la pulcritud de su camisa y del estudio jurídico. Desde la muerte de los abuelos, ella había aceptado la homosexualidad de su hijo. Le conoció varios enamoraditos, pero hace casi 6 meses, nunca lo vio tan emocionado, ni hablando con tanta religiosidad de alguien como sucedió con Rafael Bardales que sin duda lo había marcado. Doña Catita conocía la fecha para la boda pero no conocía personalmente al famoso novio.
La verdad estaba cerca y llegó una mañana cuando el sol, en lo más alto, iba masticando techos, plazas, fachadas y un rostro tostado, que entraba sigiloso al estudio de Dany Parrales, dijo:
- ¡Rafael! ¿Qué haces aquí? Estamos en hora de trabajo.
- Dany, no podía aguantar las ganas de verte. Sé que hicimos un pacto de abstinencia hasta la boda, pero hoy quiero repetir lo de la otra noche.
- ¿aquí? ¿ahora?
Dany no se resistió cuando un beso selló sus excusas y un abrazo tierno sobre su cuello, lo hizo reclinarse sobre el sofá bajo el calor de su futuro esposo. Unas manos juguetearon sobre los botones de su camisa. Esos dientes iban explorando su pecho, mordiéndolo. Te deseo, Rafael. Sus cuerpos ardían tanto que ya era imposible detenerse. Por suerte ningún cliente había asomado la cabeza en los interiores. Desnudos hasta la cintura, ambos intercalaban besos, jadeaban y usaban las manos como catalizadores, deteniéndose solo para observarse sus rostros empapados, apretaban las caderas y estrujaban sus mejillas ¿las piernas? : Pataleaban en símbolo de placer.
Una viejita sigilosa había llegado a la frontera del estudio cargando un taper en la mano, permaneció un largo rato observando aquella escena, aun convencida de conocer a aquel hombre sudoroso encima de su hijo. A pesar de ver su testa canosa o sus cejas espesas, reconoció esos movimientos de manos por que alguna vez ella también estuvo debajo de él.
- ¿Ismael? ¿Ismael Parrales? ¿eres tú?
Rafael Bardales giró y quedó petrificado.
- ¿Catalina Izaguirre?
Doña Catita se desvaneció.
- ¡Mamaaaá! ¡Mamitaaa! ¡Llama a la ambulancia, Rafael! - dijo Dany sobresaltado, cogiéndola de los hombros.
El doctor enmudeció.
Desde el suelo, Doña Catita señaló con su índice a Rafael y dijo: ¡Su matrimonio no puede ser, este hombre es tu padre! ¡Él es Ismael Parrales, el terrorista!
Una lágrima se deslizó por el rostro de la poeta.