"El voto en blanco tiene más presencia que el ausentismo en las urnas. Hace más ruido que una protesta callejera. Es la manifestación registrada de un descontento popular que se ha emitido por una persona mediante su derecho al voto, al dirigirse al centro de votación y deliberadamente decidir no marcar".
América Latina ha dado un nuevo paso en la historia democrática de la región tras las elecciones convocadas en los años posteriores a la pandemia. Estos procesos electorales han sido contundentes en cuanto a la manifestación de la voluntad de la ciudadanía sobre puntos cruciales en la agenda nacional. Sin embargo, durante las elecciones ha resaltado un gran protagonista que facilita el diagnóstico del descontento popular con las opciones disponibles: el voto en blanco.
Esta calidad de voto marginalizado y ambiguo en la creencia popular (Ponce de León Solis, 2019) canaliza una forma de protesta, que permite realizar un diagnóstico similar al que se realiza en la novela Ensayo sobre la lucidez. El premio Nobel de Literatura José Saramago inicia este libro con una frase puntual: “Mal tiempo para votar”. ¿Es realmente la post-pandemia latinoamericana el peor momento para ejercer el derecho al voto? ¿Existe un derecho al voto en blanco? Para responder dicha cuestión es imperativo analizar los resultados electorales del Perú y América Latina en los últimos años.
El voto en blanco es la elección de una opción, en la cual se expresa la negación de todas las opciones anteriores. Esta es una opción real que le da sentido a las segundas vueltas electorales, ya que es una forma de demostrar la no conformidad con los candidatos (Boza Dibos, 1985). Tal y como menciona Boza Dibos, erróneamente se considera que el voto en blanco es un “desperdicio” del derecho al voto. En algunos países, el derecho al voto produce efectos directos en el proceso, es decir, entra en directa competencia con los votos de los demás candidatos.
En Perú, la Constitución establece en el artículo 111 que “...los votos viciados o en blanco no se computan”. Pese a todo, en el artículo 184 de la carta magna peruana señala: “El Jurado Nacional de Elecciones declara la nulidad de un proceso electoral, de un referéndum o de otro tipo de consulta popular cuando los votos nulos o en blanco, sumados o separadamente, superan los dos tercios del número de votos emitidos”. Boza Dibos analiza el artículo análogo de la Constitución del 79 y concluye que se desprende de la existencia del mismo el derecho al voto en blanco. Ergo, existe validez en su elección, ya que un porcentaje determinado anula la elección (Boza Dibos, 1985).
Es un voto válidamente emitido mediante el acto de sufragio. Y es parte del deber democrático superar los prejuicios y comenzar a entenderlo desde una mirada sociológica. El voto en blanco tiene más presencia que el ausentismo en las urnas. Hace más ruido que una protesta callejera. Es la manifestación registrada de un descontento popular que se ha emitido por una persona mediante su derecho al voto, al dirigirse al centro de votación y deliberadamente decidir no marcar.
Los índices actuales de descontento en América Latina tienen un vínculo íntimo con la situación económica de la región. La economía cayó un 7,7% en el año 2020 según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, lo que profundizó las brechas de desigualdad entre los que tenían el privilegio del trabajo remoto y el sector informal (Murillo, 2021). Las graves consecuencias de las diferencias en la educación en pandemia, la agudización de la inflación y el incremento de la canasta familiar es solo una parte de la gama de problemas que enfrentan los países. Desde el año 2019 hasta el 2021 se han registrado múltiples estallidos sociales. Existe un descontento con los partidos políticos tradicionales que ha encontrado la forma de hacerse notar sin verse en la necesidad de expresarse en la protesta tradicional.
En Ensayo sobre la Lucidez, se nos introduce a las elecciones de una ciudad sin nombre. Al inicio de la jornada electoral, debido a una fuerte lluvia, se estima que la abstención será alta. No obstante, el elemento meteorológico es la forma de Saramago de simbolizar “el momento de lucidez”. Al pasar la lluvia, sale el sol. Aquella lucidez de un día claro en una fecha importante pareciese ser el incentivo para que los ciudadanos de este lugar sin nombre salgan a votar a las 4 de la tarde en masa y expresar lo real. Gente de todas las edades, transportándose a pie, en autos, y hasta convalecientes en ambulancias, formaron parte de una cantidad de votantes histórica.
Sin embargo, la sorpresa y el eje de la historia es que el 70% de la población votó en blanco. Se vuelve a repetir, en negación, las elecciones. En esta jornada, descrita como un día hermoso, el primer ministro invocó a la ciudadanía a votar y que “...confía en que la población de la capital, nuevamente llamada a votar, sabrá ejercer su deber cívico con la dignidad y el decoro con que siempre lo hizo en el pasado, dándose así por írrito y nulo el lamentable acontecimiento” (Saramago, 2016). ¿Existe una forma de usar de manera correcta la libertad de elección? En la noche, se hace el conteo, siendo el resultado de 83% de los votos en blanco.
Saramago plantea que, si bien el voto en blanco está escrito en un balotario y es una opción elegible, el actuar de las autoridades en el mundo de Saramago muestra cómo la realidad es diferente a como las democracias están planificadas o intencionadas a ser. En el Perú y en América Latina, es preocupante como la votación en blanco no está siendo tomada en cuenta como una democracia sana demanda.
Las elecciones del 2021 en Perú en primera vuelta tuvieron una participación de 17,713,716 millones de peruanos (70.048% de la población). Pedro Castillo lideró la votación con el 18.92% de la población, lo que representó una cantidad de 2,724,752 de votos. Sin embargo, el gran protagonista sorpresa de la elección fue el voto en blanco, obteniendo 2,190,059 de votos, lo que también representa el 18% de la población, es decir, casi la misma cantidad de votos que la opción mayoritaria. Ucayali y Cajamarca fueron algunas de las regiones con las mayores cantidades de voto en blanco, representando el 20.425% y el 18.273% respectivamente (ONPE, 2021).
En Chile, el voto en blanco goza de reconocimiento a nivel constitucional y legal en el artículo 23 inciso 3 de la Constitución: “...los votos en blanco y nulos se consideran como no emitidos” (Ponce de León Solis, 2019). Asimismo, Chile ha pasado por procesos electorales diversos, desde los presidenciales del 2021, hasta el plebiscito constitucional para la nueva constitución a raíz del reclamo popular durante las protestas del 2019. Empero, el voto en blanco no ha pasado desapercibido en las elecciones de consejeros constituyentes del 7 de mayo del 2023, en las cuales se reportó que el 21.53% de la población votó en blanco (2,6 millones de chilenos). En otras palabras, uno de cada cinco votantes eligió el voto en blanco (El País, 2023).
Argentina realizó sus elecciones presidenciales en el año 2023, en las cuales el voto en blanco estuvo presente desde las elecciones primarias (PASO) con un índice del 4.8% (1,148,342 de votos). En la segunda vuelta electoral de elecciones generales, el distrito de Santa Cruz fue la única provincia de argentina en la que ganó el primer lugar el voto en blanco con 52,228 de votos (28.98%), seguido de La Libertad Avanza con 52,189 (28.96%). La diferencia entre ambas opciones fue de 0.02% (Dirección Nacional Electoral, 2023).
Mientras que, en el mundo de ensayo sobre la lucidez, el desentendimiento del verdadero significado constitucional del voto en blanco se demuestra en la persecución y la violencia a lo largo de la trama, en la política latinoamericana el voto en blanco es enfrentado mediante la ignorancia. El caso peruano es el más preocupante. Lima lleva 152 años sin murallas, y sin embargo nunca hemos estado más encerrados que hoy en día.
Saramago inspira a plantear la pregunta: ¿Es este un mal tiempo para votar en el Perú y América Latina? La respuesta es una negación tajante. La agudización de las dolencias institucionales y democráticas crean el contexto exacto para que Latinoamérica reflexione y se comience a defender el derecho constitucional del voto en blanco, así como también trascender la tarea del derecho electoral para reflexionar sobre qué solución es el candidato ideal para aquella elección. Este es el momento de lucidez de Latinoamérica, en el cual, después de la lluvia, la ciudadanía realiza el ejercicio de cuestión y de búsqueda de soluciones sistemáticas mediante el acto jurídico de votar. Cómo cierre, el autor invita a la reflexión: “Puede suceder que un día nos preguntemos quién ha firmado esto por mí. Ese día puede ser hoy”.
Bibliografía
Boza Dibos, B. (1985). Los votos en Blanco y Viciados en un Régimen Electoral de voto obligatorio. Themis Revista de Derecho, 64-69.
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https://elpais.com/chile/2023-05-19/yo-vote-nulo-las-razones-por-las-que-26-millones-de-chilenos-invalidaron-su-voto-en-la-ultima-eleccion.html
Murillo, M. V. (2021). Protestas, descontento y democracia en América Latina. Nueva Sociedad, (294).
https://biblat.unam.mx/hevila/Nuevasociedad/2021/no294/1.pdf
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Ponce de León Solis, V. (2019). Validez del voto en blanco en Chile: un análisis crítico. Revista de derecho (Valdivia), 32(1).
Saramago, J. (2016). Ensayo sobre la lucidez / Seeing. PRH Grupo Editorial.