Jairo Cieza en esta columna rememora el atípico año 2020, que acaba de terminar y nos cuenta sus experiencias en las aulas, en el trabajo, en la literatura y en la política. Imagen: El grito de Edvard Munch
El título de esta columna lo escribí pensando en un título de una de las obras de Mariátegui que leí con mucho cariño hace ya un buen tiempo y se encuentra en el conjunto de escritos bajo el nombre de “Ideología y Política”
Este 2020 que ayer se fue ha sido un año totalmente atípico que nos ha obligado a repensarnos como individuos y como sociedad. Como alguien me comentaba “es como si la naturaleza nos hubiera dicho, ya han hecho mucho daño, extínganse”. Puede ser. La sociedad contemporánea y sobre todo las empresas dedicadas a la extracción de materias primas han depredado la naturaleza bajo el argumento del desarrollo y el aprovechamiento de las nuevas tecnologías. Pues bien, esa naturaleza, que es madre, nos ha dicho “ni tu desarrollo ni tus nuevas tecnologías ni el incremento de tus ganancias a nivel mundial nos interesan, por favor pasen a la terminación de vuestra raza que en poco tiempo han hecho lo que otras catástrofes no lograron”.
Contaré un poco de mi experiencia. Como profesor universitario estaba habituado ya desde hace varios años a las clases presenciales en donde podía ver el rostro, los gestos, de mis alumnos, sus miradas escrutadoras sobre todo en los más interesados, sus dudas planteadas en interrogantes interesantes que nos hacían pensar y repensar nuestras posiciones. Como decía el mismo Mariátegui: “La herejía es necesaria para comprobar la salud del dogma” En mi caso siempre he tratado de recordar los nombres de mis alumnos sobre todo de los de aquellos que participan poco o nada para recordarles que sí pueden y que no solamente los mismos chicos y chicas son los que deben intervenir. Eso muchas veces ha agarrado desprevenidos a mis alumnos presentes en cuerpo, pero no en espíritu, pero ya estaban preparados para la siguiente acometida de su profesor. Otra de las cosas que hacía en mis clases presenciales era sentarme a mitad del auditorio - no en mi escritorio - como si fuera uno más de los chicos. Pueden dar fe de esto mis exalumnos. Por supuesto, para conversar, el alumno debe de haber venido leyendo sobre la clase, si no ¿dónde está lo interesante de la conversación? Mis gestos, mis manías y hasta mis bromas eran conocidas por mis alumnos con quien mayormente hemos tenido una gran complicidad académica y personal salvo algunos casos que son excepciones.
Ahora estoy detrás del ordenador tratando de que entiendan lo que digo e incentivándolos a que me escudriñen, que me pregunten, casi siempre salgo bien parado, aunque hay veces que también me encuentran desarmado y hay que decir lo voy a revisar para darte una respuesta más certera, y lo hago. No puedo, durante todo el semestre, verles las caras, no sé si detrás de ese icono me están mirando, me están comprendiendo o si están tomando desayuno, tendiendo su cama o hablando con su pareja (varias de mis clases son a las 7.00 am, de ahí los ejemplos que traigo). Las clases detrás del ordenador no me molestan mucho tampoco, igual las preparo o leo sobre la materia para no repetir los temas, salvo cuando se trata de dar lo esencial de la materia. Sin embargo, me falta ese pequeño bullicio ante la duda de una respuesta, las miradas que me dicen “no me pregunte a mí, por favor”, o las manos levantadas de los chicos iluminados que siempre tienen unas repuesta para todo. Me falta conversar de verdad, como se hace con un amigo sobre un tema que nos apasiona, que me interroguen, que me ausculten, que me digan “gracias, profesor” o, como en San Marcos, que me aplaudan después de cada clase, ¡cómo uno no va a extrañar eso! Es muy bonito lo que hacen los chicos al prender sus cámaras y verlos por primera vez y leer un “gracias, profesor”, pero no es lo mismo. O quizás esté divagando, de repente eso ya pasó a la historia y la modalidad virtual de las clases sea la regla y la presencial, la excepción. Entonces ¿para qué tenemos campus universitarios? Entonces, ¿dónde está el hombre tolerante que se forja en su relación con otros estudiantes de distinta proveniencia y experiencia? ¡No! Este no puede ser el futuro, por supuesto que es una herramienta, pero que para mí no reemplaza ni de lejos a la clase presencial.
Otra cosa antes de finalizar mi experiencia con los chicos universitarios: No he tomado mis clásicos exámenes orales porque no me parece que un examen oral deba ser virtual con unos cuarenta alumnos en promedio. Sé que hay las herramientas para tomarlo oral, pero ¿dónde está el nerviosismo que se aprecia ahora, cuando todo el ciclo estaban relajados? ver el movimiento nervioso de las piernas, el llanto antes de que comience a preguntar o los reclamos del final que siempre encuentran un rotundo “no” (salvo a veces), ver su desesperación me acongoja, mas debo confesarlo, me da un poquitín de gusto pues casi siempre son alumnos que no se esforzaron durante el ciclo y “la justicia tarda pero llega”. Al releer estas líneas parece que fuera un sádico que goza con el sufrimiento ajeno, pero no es tal cosa, simplemente extraño algunas de las situaciones que se me vienen a la mente y forman parte del anecdotario universitario. Siempre trato de ser justo, por si acaso.
Espero, sinceramente que el segundo semestre de este 2021 será presencial y si no, ya pues, el año 2022 será el retorno de la normalidad.
Creo que este año que se va, respecto a los temas profesionales me he sentido más cómodo. Hay clientes que quieren verte y está bien. He ido a las reuniones. Pero la mayoría se conecta al zoom y eso es mejor, se ahorra tiempo. Hay una frase muy popular sobre las reuniones “Esto pudo haber sido un correo electrónico” Y es cierto, en las reuniones no solamente está el tiempo que se invierte en la sesión presencial sino nuestro inenarrable tráfico limeño, las distancias, los semáforos, los embotellamientos. En cuanto al aprovechamiento del tiempo, desde el lado profesional, ha sido mejor. Por ejemplo, los arbitrajes no necesitan de nuestra presencia para los alegatos e informes orales ni para una instalación de tribunal. Todo es más rápido y teniendo las herramientas tecnológicas a la mano es mucho más llevadero el avance de los procesos. Hablo o escribo como alguien muy tecnológico ¡ja! pero ni siquiera me acerco a eso, pero los apoyos y la necesidad te hacen aprender lo esencial.
Los informes orales son diferentes, pero igual pueden ser muy peliagudos. La virtualidad es afín con la actividad profesional del abogado. Entonces ¿para qué servirían esas estructuras gigantescas de algunos estudios? No lo sé, quizás como la especie humana han envejecido rápidamente y corren la suerte de convertirse en un gran museo o en otra forma de utilidad material.
En cuanto a mis estudios de doctorado, la tecnología me ayuda mucho, siendo ya estudiantes trajinados y muchos de nosotros profesores, basta tener buenos docentes, como ha sucedido en mi caso y que manejen lo esencial de la tecnología para que el esfuerzo sea provechoso para todos.
Pasando a otro tema que nos interesa a todos (exagero) en la política nacional, este año son las elecciones presidenciales y congresales. Creo que muchos saben que soy un hombre de izquierda, así que espero que la posición de la izquierda liberal tenga un buen resultado. He visto las bajezas más abyectas de parte de los congresistas y de un breve, brevísimo paso por el poder de un presidente sin el buen humor de los tumbesinos. Este era un tipo apegado a los formalismos y las sin razones. Me ha decepcionado que Vizcarra vaya al Congreso, para mí, significa que hay algo o mucho de cierto hay en lo que investiga el Fiscal Juárez Atoche. Los reclamos de diversos sectores como el de los trabajadores del área agroexportadora me han indignado. Y me han dolido las pérdidas de vidas humanas en estas protestas. Una casta cree que vale más que otros y señala que la legislación laboral es beneficiosa para los trabajadores, cuando estos les importan un rábano. ¿Alguien puede discutir que hay lucha de clases en el Perú? Lo digo recordando el extraordinario texto de Julio Cotler “Clases, Estado y Nación”.
También he seguido con mucha ilusión y presencialmente las marchas de los chicos contra la presidencia de Merino señalando algo que es muy cierto “este congreso no nos representa”. Alguien podría decir “pero ustedes los eligieron”. A esto digo, pero si todos los postulantes o la mayoría son impresentables, no hay de dónde elegir y alguien, pues, tiene que salir elegido. Eso no significa una aceptación a la calidad de los congresistas y tiene que ver con una reforma política irresponsablemente aplazada. Me duelen por supuesto las muertes de Brayan e Inti así como me duele que la Policía, que también está integrada por personas de sectores populares, se vea obligada por órdenes superiores o una ley que ampara a la violencia irrestricta, a disparar contra jóvenes que buscan un mejor país.
No soy quien para hablar de economía, pero basta leer la columnas pesimistas de señor Abusada para bajar la cabeza. Felizmente hay otras ópticas económicas como las que representa el actual Ministro Waldo Mendoza y la que representaba la popular Tony Alva.
En cultura ha sido para mí un año interesante, conocí Jauja por Edgardo Rivera Martínez y su maravilloso “País de Jauja”, estoy conociendo Alemania y Arequipa con la mejor novela del 2020 “Estación Delirio” de Teresa Ruíz Rosas. Acabé “los Demonios” de Dostoievsky, leí más a Borges en sus Obras completas, comencé a leer a Proust y “En Busca del tiempo perdido”. Estoy releyendo con más tranquilidad y sosiego a Vallejo y su poesía completa a cargo de Ricardo Gonzáles Vigil. En fin, he podido leer y gozar con excelentes novelas y poemarios pues ese es el tiempo que antes lo gastaba en movilizarme o en reuniones presenciales, en lugar de eso, lo aprovecho para la literatura y el cine.
Hablando de esto último, he conocido al alemán Fassbinder, al francés Chabrol y a Eric Rohmer. He visto muy buenas películas y con mayor frecuencia. También en Netflix he encontrado cosas muy interesantes. Me ha dado pena que el teatro y el cine hayan cerrado pero ya están comenzando a reabrirse. Los bares donde uno podía conversar con una cerveza también han cerrado, pero podemos tener la esperanza que pronto reabrirán.
Como verán este año que se fue ha sido atípico, como dije, pero nos ha permitido repensar nuestra existencia y analizar, si como individuos o como sociedad, estamos en el camino correcto. Amén.