"Si algo diferencia a la Facultad de derecho sanmarquina (...) es el elán, el espíritu del joven sanmarquino que, a pesar de las limitaciones administrativas, es inquieto, curioso (...). Todo eso, como decía Cappa, ese entrenador de la U, “contra todo y contra todos”.
Son las 13:09h del 12 de mayo de 2018. Estoy instalado frente al ordenador y pienso en escribir algo sobre San Marcos en exactamente 60 minutos. Puede ser que me distraiga, que vaya al baño, que conteste alguna llamada de mi madre, pero pienso terminar exactamente a las 14.09.
Ingresé a San Marcos en 1989 a los dieciséis años, llegaba de Trujillo así que mi ingreso también fue una ruptura con mi mundo provinciano y con todo lo que eso significa. Atrás quedaron las fiestas de quince años, las fiestas de pre promo y promo a las que iría invitado por alguna chica desprevenida, no sé por qué, pues jamás fui un buen bailarín aunque lo intenté y lo sigo intentando. De un mundo en el colegio Claretiano de Trujillo, de clase media, y con los prejuicios muy característicos de este estamento social, pasé a un lugar absolutamente diferente y chocante para un adolescente imberbe y con ansias de conocer el mundo de la capital, incluyendo sus sordideces.
El San Marcos de los años noventa en donde me desenvolví a trompicones, era muy distante al actual y seguramente a cualquier otro San Marcos previo o posterior. El recibimiento a los cachimbos se hizo en el Gimnasio de la Universidad y mi primer amigo fue un chino que encontré en aquel recibimiento particular y del cual ya no sé de su destino. El rector era Rey de Castro (no busco su nombre sino demoro más), el vicerrector era Torero y nuestros resultados de admisión salían publicados en el diario Expreso, creo, y en las paredes de los colegios nacionales en donde habíamos rendido el examen de admisión. El mío fue el emblemático “Isabel la Católica” en la Victoria. Del momento del ingreso recuerdo la bomba que me di con mi padre y mi tío Poletty en la recordada casa del Amauta en Chacras Ríos Norte. Volviendo al recibimiento en el Gimnasio puedo decir que recuerdo que aparte de las autoridades y un representante del Centro Federado de Derecho, que decía que el himno nacional no se canta con la mano en el pecho porque ese es un símbolo fascista, hubo una aparición de los guerrilleros del MRTA que también saludaron nuestra presencia inicial en San Marcos.
El ambiente era muy variopinto, los jóvenes sanmarquinos cachimbos eran provincianos de diversos lugares del país, el norte con los Periche, Rumiche, el centro con los jóvenes ayacuchanos y de Huancayo o Huancavelica, del sur no recuerdo muchos. Había también limeños mazamorreros y sobre todo de la provincia Constitucional del Callao. Era un país golpeado el que nos recibía, había hiperinflación, conflicto armado interno, corrupción, abandono estatal a la Universidad Pública. Sin embargo, el entusiasmo estaba ahí presente en muchos jóvenes de los trescientos que formaban mi salón (el 148 día) y que abarrotaban todas las escaleras de ese emblemático salón de la Facultad de Derecho. La diversidad era el símbolo de San Marcos, cada joven con sus miedos, sus angustias, sus alegrías, sus esperanzas de escalar en la vida, muchas veces viniendo de familias golpeadas por los conflictos personales o familiares y por la grave crisis que atravesaba el país. Pero dentro, al amparo de la mirada de las pintarrajeadas paredes de la Facultad de Derecho, había una especie de jolgorio o expectativa por lo que se podía hacer en San Marcos para mejorar personalmente y, algo inusitado para mí, para cambiar las cosas colectivamente.
El primer curso que recuerdo es el de Materialismo Histórico y Dialéctico, sí, así se llamaba el curso, ni filosofía, ni nada, eso era para reaccionarios, ese era el nombre, pero felizmente, no solamente se estudiaba marxismo (acaba de cumplir 200 años Marx. Feliz día) sino también a lo presocráticos (recuerdo mucho el libro de Russo Delgado) o a Kant, Hegel, y algunos idealistas en palabras de nuestro profesor Lombardi. Las primeras exposiciones ante un salón de trescientos alumnos eran una oda al surrealismo. La mía fue (literalmente) con el cierre abierto, pues había olvidado subirme la bragueta, lo que hice, por insinuación de Magnolia, en plena exposición, generando la hilaridad del conglomerado sanmarquino y mi vergüenza interior, aunque terminé de exponer mi tema. Ñique de la Puente nos recibía con sus formas de motivación, con su memoria presuntuosa y su vanidad sanmarquina, que somos los mejores, que no hay nadie como nosotros, que tenemos historia, que soy pequeño burgués pero tiro pal pueblo y otras frases de este motivador y aun vigente profesor. Nos hizo leer a Kelsen y su “Teoría pura del derecho”, a Engels y su “Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” y debatir afanosamente. La sociología fue acercándose con Sofía Escudero, la estadística con una mujer no recordable y la ciencia y la tecnología con el profesor Obando.
En segundo año los cursos de derecho aparecieron en el horizonte, un insondable acto jurídico con José León Barandiarán Hart, hijo del maestro sanmarquino y representante icónico de la civilística peruana, con un Juan Espinoza jovencísimo que nos tuvo que dejar para ir a Italia. En Contratos hacía sus pininos Yuri Vega Mere, que con su adjunto Napoleón, nos acercó al mundo de las teorías sobre el contrato y a la lectura de las exégesis de Max Arias Schereiber, no existían al menos para mí, las ambiciones académicas de ahora. San Marcos andaba golpeado y los profesores con cierto renombre había emigrado o se consolidaban en otras Universidades privadas. Sin embargo, siempre había un extraño orgullo de ser sanmarquino en los jóvenes que hoy llamaríamos aspiracionales y aquellos que buscaban cambiar el mundo de raíz. En medio estaban la mayoría.
Por motivos personales me aparté de hacer vida universitaria plena, mi familia me requería para atender el negocio familiar y sucumbí temprano a la vida fácil y al poder del dinero, por lo que no gocé, como muchos, de una vida universitaria plena con sus bemoles, pero también las satisfacciones de la vida del claustro.
En tercer año tuve un acercamiento a los movimientos políticos de izquierda, los conocí pero no tenía ni la disposición ni el tiempo para enrolarme en alguna militancia, era un mirón, un curioso, un sujeto inquieto, conocí a muchos jóvenes de izquierda, udepistas, pumistas, vanguardistas, senderistas y observé un universo que hoy no puedo explicar por la brevedad de esta historia. Pero también conocí a la derecha sanmarquina que era un lunar en esa “marea roja” que era San Marcos en ese momento y guardo gratos recuerdos de esta derecha liberal sanmarquina que era más ideológica que representante de intereses económicos. San Marcos era un hervidero, una expresión de lo que pasaba fuera o quizás de lo que no debería pasar afuera.
De la mitad de carrera hasta culminarla estoy tratando de recordar profesores que hayan influido y puedo pensar en Urquizo Olaechea, Zárate del Pino y su seriedad y responsabilidad, Castañeda Serrano y unos exámenes en derecho procesal complejos e ininteligibles para mí.
Cuando hice un corte en mi vida personal, ya vino la maestría y ahí si me tomé mucho más en serio la disciplina en mi materia, con docentes jóvenes pero ya consolidados como Juan Espinoza, Víctor Bolaños, Aníbal Torres, Ulises Montoya, Carrión Lugo, entre otros.
Siempre se dice que el primer contacto con la docencia es el más importante y para mí creo que lo fue. Juan Espinoza me dio esa primera oportunidad de ser su jefe de práctica junto con otros alumnos de la maestría, y retomé el contacto con la Universidad que no he perdido hasta ahora que dicto en San Marcos una hora y media a la semana en pregrado y otra en postgrado. No puedo ir yéndome sin mencionar la biblioteca de derecho sanmarquina, que ayer recordaba con un buen amigo y ex alumno, que no tienen otras universidades, ni siquiera las que tienen más presupuesto. La biblioteca de San Marcos es una maravilla para quien le interesa no solamente descubrir el tema de su curso, o ir a un lugar donde repasar las copias del docente de turno, sino para encontrarse con los clásicos del derecho que más le apasione. Por algo no se cumplen 467 años y eso genera, sobre todo en las mejores épocas, que fueron muchas, un enriquecimiento del acervo documentario seductor e impresionante para los más inquietos intelectualmente.
Si algo diferencia a la Facultad de derecho sanmarquina, y con esto no critico a nadie, enseño también otras universidades privadas, es el elán, el espíritu del joven sanmarquino que, a pesar de las limitaciones administrativas, es inquieto, curioso, va más allá de lo que le manda el docente, hace círculos de estudios, se motiva con sus compañeros, trata de formar revistas sin plata y sin apoyo, busca docentes de San Marcos y de otras Facultades de universidades nacionales o extranjeras. Todo eso, como decía Cappa, ese entrenador de la U, “contra todo y contra todos”. Eso los distingue, los caracteriza, los ilumina. No a todos, no pretendo endiosar a nadie. Esa efervescencia de conocimiento, ese ir más allá de lo evidente a buscar la verdad y por supuesto prepararse para la vida profesional y sus retos es una característica del joven de la Facultad de Derecho sanmarquina.
La historia, siempre la historia, pesa. Esta es la que da impulso a la Universidad. Y esa historia es la que impulsa y otorga ese elán vital a la Universidad pública y a San Marcos, sobre todo. Si bien no se puede vivir de la historia, tampoco se puede vivir sin ella y todos los sanmarquinos, tenemos forjada indeleblemente el símbolo bello en nuestro espíritu de haber pasado y seguir pasando por una Universidad que es anterior a la República.
Hoy San Marcos cumple 467 años y he pretendido recordar algunas cosas, como si conversara con un amigo. Hoy, que es un aniversario más rumbo al bicentenario, sin darnos cuenta o a pesar de nuestras reticencias, nuestra verdad biográfica está impregnada de historia, de la nuestra y de nuestra vieja universidad que merece que la miremos con cariño, nostalgia y orgullo pero también con responsabilidad y esperanza. Son las 14:29h, me pasé. Sea por San Marcos.