Publicación #22

Los estudiantes en un contexto histórico-político. Las reformas universitarias y las utopías ¿desaparecidas?

Jairo Cieza

2018-02-22

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El artículo refiere un recuento histórico a partir de la década de 1970 del estudiantado de la Universidad pública, la política universitaria así como su rol dentro del contexto nacional. Para esto, se han tomado datos estadísticos de la universidad pública a nivel latinoamericano así como se ha hecho una interpretación crítica de la ley universitaria y su relación con el estudiantado.

Para el presente artículo pretendo comentar, en primer término, al estudiante en la universidad pública y deseo contextualizar brevemente el desarrollo del joven universitario en la década de los años setenta, ochenta, noventa y en la actualidad. Considero que no se puede comprender al estudiante de la universidad pública sin tratar de descifrar su evolución y la evolución del movimiento estudiantil en los períodos mencionados, cuáles fueron sus influencias, sus aspiraciones, su filosofía de vida, la manera como la sociedad lo consideraba, su inserción en el mercado laboral, su sensibilidad, su participación en la política universitaria y nacional.

En primer lugar trataré de comprender al estudiante de San Marcos, universidad pública y baluarte de la Educación superior en el Perú y en América Latina. Tomo el caso de San Marcos porqué muchas de sus virtudes y sobre todo falencias y “temas por resolver” son similares con otras Universidades públicas del país.

Para entender San Marcos en el marco histórico señalado líneas arriba debemos comprender el escenario nacional e internacional en el que se desenvuelve la Universidad pública en el Perú.

Me parece interesante comprender, al menos someramente, el proceso de Reforma Universitaria en el que se desenvuelve el estudiantado sanmarquino y el de la Universidad pública, que pasa de ser un estudiantado que es preparado para gobernar políticamente y en las finanzas al Perú, a ser un estudiante contestatario y rebelde frente ante la autoridad universitaria y nacional, a la vez que altamente ideologizado, sobre todo en su representación estudiantil y en los estudiantes que seguían una determinada ideología y grupo político universitario. Ahora, el fenómeno de los últimos años ha generado un estudiante que busca fundamentalmente su profesionalización en espacios no adecuados o idóneos para la misma y en donde existe una complejidad para insertarse en el mundo laboral, por lo menos de la actividad privada, que es la que ha alcanzado un desarrollo singular en las últimas décadas, pues el esquema tradicional de enseñanza motiva a que los estudiantes de las universidades públicas tengan un nicho laboral en el sector público fundamentalmente.

Como señala el historiador Manuel Burga Díaz, rector de San Marcos, durante el período del 2001 al 2006: “La primera reforma universitaria en el Perú fue llevada a cabo con gran entusiasmo secularizador, casi iconoclasta y auténtico celo innovador, por la segunda generación de liberales que acompañó a varios presidentes de la República entre 1855 y 1876, entre Ramón Castilla y Manuel Pardo. Esta reforma resucitó a San Marcos y desapareció a los colegios mayores, casi todos en manos de religiosos, como el convictorio de San Carlos y el colegio de Medicina de la Independencia, que entre 1856 y 1862 se convierten en Facultades de San Marcos. Así resucita la universidad colonial, prácticamente desactivada por las reformas borbónicas en el Perú”[1].

Asimismo se señala que “la segunda es la reforma de Córdoba, que se inicia paralelamente con la Patria Nueva del presidente Leguía en 1919, a quién los estudiantes había declarado ʻmaestro de la juventudʼ el año anterior cuando anunció su regreso de Europa para enfrentar a la ʻPatria Viejaʼ. Esta reforma como es bien sabido, aprovecha el mensaje innovador que venía del norte argentino, precisamente de la Universidad de Córdoba, que impregnó a los estudiantes universitarios con nuevos ideales, como la autonomía, el cogobierno, la democracia institucional y la liquidación de las universidades liberales, positivistas en nuestro caso ʻcivilistasʼ. Ahora había que hacer de la autonomía una realidad, escapar de la férula del Estado, para conquistar la libertad que se necesitaba para enseñar e investigar en función de una transformación del país. Todos coincidieron en los años 20, que había que sacar de la crisis a la universidad de entonces que era ya totalmente laica y la tarea era independizarla del Estado, quien la financiaba económicamente; y por eso la lucha que se avecinaba era como una contienda difícil, permanente, con resultados que quizá no pudieron siquiera imaginarse”[2]. Según Manuel Burga; “es así que en 1983 con la Ley N.º 23733, renacen con nuevos bríos los principios de Córdoba , resumidos en la autonomía y el cogobierno, y quedan a un lado las políticas de calidad, fomento a la investigación y pertinencia con el desarrollo futuro del país. Esta reforma fue bulliciosa apasionada, con largas huelgas de estudiantes y tomas de locales, con ciudades universitarias convertidas en territorios liberados con estudiantes desplazados por Sendero Luminoso en diversas universidades para reclutar combatientes para su movimiento, y con dirigencias estudiantiles que estaban pendientes de las decisiones políticas en Albania, China, Cuba, Moscú o Vietnám para ajustar sus agendas doctrinarias”[3].

¿Cómo era el estudiantado de la universidad pública y en particular el sanmarquino en la década de 1970? La respuesta hay que encontrarla dentro del contexto del escenario nacional e internacional reseñado precedentemente y que se encontraba de alguna forma regulado con las leyes universitarias que normaban la actividad estudiantil y en particular el cogobierno en las universidades. Sin generalizar, pero se puede decir que existía un componente de alta ideologización en el estudiantado de la universidad púbica, y sanmarquino en particular (de hora en adelante, por facilidad, me referiré al estudiantado sanmarquino, con la precisión que se puede alcanzar a la universidad pública en muchos aspectos). Esta hiper-ideologización de la dirigencia estudiantil sanmarquina y de los seguidores de la misma, a quienes se les llamaba, no peyorativamente, sino respetuosa o sacralmente, “masa”, tenía influencias en las revoluciones socialistas que se dieron y se venían dando en el mundo y sobre todo por la influencia de las revolución china y por la llamada “revolución cultural china” desplazando a la clásica tendencia socialista o comunista de la revolución soviética, pero coexistiendo con otros movimientos comunistas satélites como el trotskista, el albanés, el vietnamita. Asimismo, la influencia de la revolución cubana caló en San Marcos fundamentalmente en la década de 1960, perdiendo terreno posteriormente con las dirigencias maoístas que cooptaron el movimiento estudiantil. Esto también tiene una explicación en la importancia que da el maoísmo al campesinado y a su papel dentro del movimiento revolucionario priorizándolo sobre el proletariado, que tenía una acepción urbana identificado con el sector obrero. Recordemos que San Marcos en la década de 1970 era una población estudiantil que tenía un alto componente provinciano (“soy de provincias” era una dicho muy común) producto de las ya consolidadas migraciones tan bien estudiadas por José Matos Mar. Esta presencia del estudiante sanmarquino serrano, hijo de padres quechua hablantes, en muchos casos, que tenía acendradas las ideas de la infancia y adolescencia campesina, lo hace más proclive al movimiento maoísta, que ponía su acento en la revolución a través de criterios campesinos como elementos centrales para la toma del poder.

Obviamente no se puede generalizar, pero en la década del 70 el movimiento estudiantil y el estudiante sanmarquino tenía un marcado interés en la política nacional e internacional y priorizaba estos criterios sobre el aspecto académico y su formación profesional, ¿Qué hacer o para qué estudiar si la revolución está a la vuelta de la esquina? Había que participar para cambiar el Perú y el mundo. A esto se suma el contexto nacional. El 03 de octubre de 1968 el General Juan Velasco Alvarado derroca al presidente constitucional Fernando Belaúnde Terry e instaura un gobierno militar de izquierda no esperado por el movimiento estudiantil que no tarda en considerarlo “fascista”, de repente no comprendiendo que una nueva situación inesperada estaba cambiando las estructuras económicas y políticas el país. La reforma agraria y la nacionalización de las empresas mineras así lo determina, así como el inmenso vuelco en materia cultural y de revalorización del componente andino. Estas, que eran banderas de la izquierda peruana sorpresivamente las estaba implementando, desde el poder, un gobierno militar y había que entender esta nueva realidad, que no se comprendía por la vorágine de los acontecimientos y por el encapsulamiento ideológico en que estaba sumido el movimiento estudiantil sanmarquino. Había que combatir al gobierno dictatorial y fascista, había que desenmascararlo, había que enrostrarle su carácter reformista y contrario a la revolución. Entonces, la característica del movimiento sanmarquino era de una rebeldía contra el Gobierno y la autoridad en el gobierno universitario. Efectivamente, es la época de la salida del aprismo del rectorado, se va Luís Alberto Sánchez, rector dos veces de la Universidad de San Marcos, en cuya gestión se construyó la ciudad Universitaria que hoy alberga a la población sanmarquina. Entonces, para el movimiento estudiantil y la “masa” había dos enemigos marcados: la autoridad universitaria y el gobierno “fascista”. Reitero, cuando me refiero al movimiento estudiantil no puedo generalizar pero sí establecer una tendencia o aproximación plausible a lo que sucedía en ese momento en el estudiantado.

Ese estudiantado sanmarquino en su expresión más ideologizada estaba movido por utopías que se veían alcanzables por lo que pasaba en el mundo y por ser las más críticas de lo que sucedía en el país lleno de injusticias que se manifestaban en un Perú absolutamente desigual, discriminador, elitista, clasista, y para colmo “semifeudal” y “semi colonial” en la fraseología del momento que vengo relatando. Así que el estudiante sanmarquino no era solamente un ser altamente ideologizado en un una buena parte, sino que subyacía en él una afán de justicia que debía alcanzarse a través de la revolución, venía del campo, en donde sus padres con esfuerzo había logrado enviarlos a la capital para que se formen y salgan de la pobreza, pero encontraron en San Marcos un foco para salvar al Perú, una familia, lo cual los hizo priorizar el cambio social, la revolución, al aspecto particular y profesional, es decir se optó por “el asalto al cielo” en términos maoístas, antes que el interés particular, muchos alabaron esta conducta luego, otro no. En una conversación que tuve hace muchos años con el profesor Mario Cárdenas docente sanmarquino de Historia, me comentaba que en el estudiante que se enrolaba en los grupos que buscan el poder por la violencia y la clandestinidad, había un espíritu idealista y que no eran monstruos ni seres sin sentimientos sino todo lo contrario. Creo que a pesar de la equivocación y la prédica panfletaria, así como el anti intelectualismo que primó, con la consiguiente baja de la calidad académica y la mala formación profesional, esta actitud provinciana, al mismo tiempo que refrendada en la revolución maoísta también provinciana y motivada por una “todo poderosa ideología del proletariado”; el estudiante sanmarquino era un sujeto noble que de verdad quería, a su manera, cambiar un situación de inequidad obvia en un país que sigue siendo desigual y marginador.

Con esto no pretendo idealizar al estudiante de los años setenta pero trato de comprender sus móviles y aspiraciones en un contexto como el descrito. Por supuesto, las tomas de locales, el asalto a las instalaciones universitarias, la violencia entre los grupos hacía ver a una universidad inviable. Claro, es que era inviable par una sociedad que era la que se pretendía destruir e instaurar una nueva, eso hacía que la universidad fuera prácticamente un instrumento más de la revolución. Sin embargo la universidad a pesar de esto funcionaba para quién quería aprovecharla, los mejores docente estaban, en un claro desprendimiento y comprensión de lo que sucedía en el país. Así que excelentes estudiantes que no “quisieran asalta el cielo con las manos” lograron formación académica que les permitió desenvolverse adecuadamente en el mercado laboral. No había tampoco una competencia de otras universidades privadas de calidad, salvo la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad de Lima, que correspondían a otros sectores de la sociedad peruana.

En cuanto a la representación estudiantil sanmarquina en esta década, buscaba no participar en el cogobierno porque sería legitimar a la autoridad colocada por el gobierno “fascista” y se sumió en una actitud permanentemente confrontacional con la autoridad y con exigencias que cada vez privilegiaban el aspecto político antes que el de formación académica, proliferaron las suspensión de exámenes, la imposición a los docentes para tomar exámenes sustitutorios o de “salvataje” y tachar a los docentes que no comprendían las necesidades políticas del momento y priorizaban la formación profesional. Los manuales de texto se instauraron en el imaginario, los textos de Marx, Engels, Lenin, Mao, Mariátegui son leídos sin mayor espíritu crítico, para no caer en el revisionismo o en el conservadurismo, fortaleciendo así un facilismo que no permitía entender las circunstancias del momento ni su rol como estudiantes en una universidad altamente politizada ni tampoco entender que un gobierno estaba ejecutando, desde el poder, aspectos que formaban parte de su mirada programática. Esto nunca fue estudiado ni comprendido. Inclusive hoy en día existen muy pocos trabajos rigurosos sobre el gobierno de Velasco Alvarado fuera de los epítetos permanentes del sector del país que perdió privilegios y que, se asume “técnicamente” fue un grave retroceso para el país en términos económicos. Ese sector nunca estuvo, ni parecía importarle el país que estuvo representado en el estudiantado sanmarquino de los setenta y de ahí las fracturas que hasta ahora no se pueden subsanar. Así que la intolerancia no era de un solo lado.

El sociólogo y ex ministro de Educación, Nicolás Lynch, desde su experiencia como representante estudiantil en los setenta y en conversaciones muy reveladoras con testigos presenciales de esa experiencia dirigencial marxista, luego de una década escribe un libro revelador y polémico Los jóvenes rojos de San Marcos luego de la década del 70, exactamente en 1985, en donde por fin pudo explorar el porqué del fracaso de la dirigencias radicales y de la “masa” que la seguía, luego de la crisis del movimiento marxista más dogmático y se pregunta con rigor: “Sin embargo, un análisis algo más detenido nos lleva por vías inusitadas donde el radicalismo termina protegiendo los intereses individuales o corporativos de quienes se suponía iban a ser los sujetos del cambio propugnado ¿porque esta paradoja? A responder esta pregunta pretendemos acercarnos desde nuestra contribución”[4].

Tócame ahora comentar lo que será el movimiento estudiantil sanmarquino en los años ochenta, que no se puede comprender sin la breve exposición de la vanguardia sanmarquina de los años setenta. Yo ingresé San Marcos en el año 1989, así que sobre el movimiento o el estudiantado sanmarquino de los años ochenta tengo que recurrir a otras fuentes y una de las principales es el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación Nacional (CVR)[5]. En la década del 80 es donde irrumpe con más fuerza el autodenominado Partido Comunista del Perú, “por el Sendero Luminoso de José Carlos Mariátegui” más conocido como Sendero Luminoso[6]. Movimiento que inicia la lucha armada en el año 1989, justo con la llegada de la democracia institucional al Perú, luego de la instalación de la Asamblea Constituyente en 1979. Ya para la década del 80 Sendero Luminoso había ingresado a la universidad pública pues sus raíces están en la década de 1960 y 1970 con los frentes estudiantiles secundarios y la participación de docentes en la universidad ayacuchana San Cristóbal de Huamanga, dentro de los cuales se encontraba Abimael Guzmán Reynoso, que era para sus adherentes el “Presidente Gonzalo” o “guía de la revolución mundial”[7]. Así que San Marcos en el aspecto educativo se encontraba en una gran crisis, con una disminución gravitante en su presupuesto y con una alta ideologización estudiantil producto de las acciones del movimiento estudiantil ya comentado en las líneas precedentes y el inicio de la lucha armada por Sendero Luminoso. El inicio de la democracia luego del gobierno militar de Morales Bermúdez no significó necesariamente una apertura en el movimiento estudiantil sanmarquino. La izquierda peruana agrupada en diversos partidos con la hegemonía del Partido Comunista peruano de Jorge del Prado, estaba en la Asamblea Constituyente, y del mismo modo otros partidos, como el FOCEP de Genaro Ledesma, el movimiento trotskista de Hugo Blanco y el UNIR del líder sutepista Horacio Zeballos formaban ahora parte de la “democracia burguesa”. Sin embargo esto no implicaba una desradicalización de los movimientos de izquierda, que veían en la democracia un instrumento para demoler el estado burgués “desde sus entrañas”.

Pero nadie pudo prever que un movimiento como Sendero Luminoso persistiera con la lucha armada y la llevará a cabo, situación que tomó por sorpresa a todo el movimiento político de izquierda y a las Fuerzas Armadas pues se estaba ante una situación inédita en el país. Esto también generó ambiguedades en la Izquierda Unidad aglutinada alrededor de carismático líder Alfonso Barrantes Lingán, quienes se preguntaban porque estigmatizar a los senderistas que se “habían atrevido” a hacer lo que ellos no hicieron y los consideraban, en algunos casos, “hermanos confundidos” o algo por el estilo. Recuerdo con claridad un evento en que el auditorio era principalmente senderista y el desaparecido líder de Izquierda Javier Diez Canseco los desafió abiertamente[8]. A mi costado (tenía 17 años y estaba haciendo de “moderador” en donde la moderación no era la regla) estaban el propio Javier Diez Canseco, Ricardo Letts Colmenares, Mario Alva y el hoy dirigente de MOVADEF Alfredo Crespo.

Como ya hemos mencionado, San Marcos, en el año 1983, recibe la Ley Universitaria durante el rectorado de Luís Alberto Sánchez, que alguien ha considerado como “la reforma Universitaria tardía” en donde ya se habían logrado los criterios de democratización de la Universidad con la llegada de las masas provincianas a la Universidad nacional, pero se había descuidado la calidad educativa y la investigación científica, dando cabida al despegue de la universidades privadas como al PUCP, la Universidad de Lima o la Universidad Cayetano Heredia, que nace con un égida de los docentes universitarios sanmarquinos de la Facultad de Medicina, que no estaban de acuerdo con el tercio estudiantil. Este movimiento “de segregación” estuvo liderado por el gran psiquiatra Honorio Delgado en la década de los años sesenta. Inclusive la arquitectura de la nueva sede sanmarquina expresaba ese concepto de Universidad masa: Los inmensos salones en donde estudiamos dan cuenta de una Universidad en donde el acceso a los estudiantes de los estratos populares se había conseguido. La mayor cantidad de vacantes era una realidad patente en esos salones de gradas infinitas que albergaban fácilmente a trecientos estudiantes en un aula apiñada pero feliz. Recuerdo que mi promoción tenía más de trecientos alumnos, agrupados en tres salones de aproximadamente 140 alumnos por aula, que hacía de la clase conferencia la más característica, pues con tanto alumno es difícil que el profesor avance el curso con la intervención de tantas inquietudes juntas. Ahora, el ingreso a San Marcos siempre era complicado por el nivel del examen y la cantidad de postulantes, aproximadamente 50,000 para unas 4.000 vacantes. Así que durante la vigencia de la ley universitaria de 1983 poco o nada cambió en San Marcos, con una presencia más activa de Sendero Luminoso, que mediante la intolerancia y el amedrentamiento acorralaba a la izquierda menos radical y extinguió a los grupúsculos apristas o de otros partidos de la derecha nacional. La universidad pública fue estigmatizada por considerare foco del senderismo, la pauperización de los sueldos docentes hicieron que la calidad docente decayera, la participación de los estudiantes en los órganos de gobierno fue cooptada por Patria Rija órgano del Partido Comunista Peruano pro moscovita, llegando muchas veces al rectorado o a puestos de poder en la burocracia sanmarquina. Los grupos que apoyaban a Sendero Luminoso hacía una política estudiantil anti autoridad y no participaban en los órganos de gobierno buscando sabotearlos, al igual que en el caso de las elecciones nacionales, bajo el criterio omnipresente de la “guerra popular”. Había que derrocar cualquier síntoma de irradiación del “poder burgués” en la universidad y en el país. En este escenario de pauperización académica y radicalización, los años ochenta generaron un mayor aislamiento de la universidad peruana y del movimiento estudiantil de la sociedad y de sus fuerzas productivas, así como del propio movimiento popular que resistía a Sendero Luminoso y al ataque sangriento del propio Estado peruano. No sé cuántos alumnos egresados de San Marcos pudieron insertarse en el mercado laboral en esta época, pero presumo que hubo muchas dificultades para ello. Además, hay que recordar que el país estaba destrozado económicamente con el peor gobierno de la historia peruana: el de Alan García Pérez. La inercia que provenía de la década anterior, inclusive con la ruptura o la caída del socialismo real en el año 1989 generó que Sendero Luminoso ganará lugar en los estudiantes pobres asentados en la vivienda universitaria y en el comedor universitario y que la universidad, ahora sí, se convirtiera en un templo a Mao Tse Tung. Sin embargo habían resquicios para que el estudiante sanmarquino que quisiera dedicarse solamente a sus estudios lo haga, y lo haga bien, pues el ambiente político, no mellaba del todo el ambiente académico y quien, con doble esfuerzo, lo deseara podría prepararse adecuadamente. Finalmente el prestigio de una universidad como San Marcos en el país y el extranjero permanecía, al menos nominalmente, incólume. Con la caída de las utopías del socialismo real los dirigentes estudiantiles se fueron mercantilizando, dejando los ideales de los setenta en segundo plano, o volviéndolos solamente una máscara para realizar su proyectos políticos o mercantiles, generándose un clientelismo del que todavía no se ha podido librar la universidad peruana. Los estudiantes del tercio estudiantil académicamente eran los peores (no en todos los casos) pero quienes vivían literalmente en la universidad y eran estudiantes eternos estaban acostumbrados a medrar de la universidad y de sus escasos recursos, y buscaban a través de la corrupción el cambio de votos por dádivas para su patrimonio, lo cual desnaturalizaba el que hacer y la finalidad del movimiento estudiantil. Los gobiernos universitarios, con el tercio estudiantil politizado y mercantilizado en muchos casos, se instalaron en el gobierno sanmarquino, dando la espalda a la actividad académica y científica bajo un clima de pobreza extrema y de alta violencia generada por Sendero Luminoso. Peor escenario no podría haber para la universidad peruana. Paradójicamente excelentes profesores (aunque excepciones) como Alfredo Torero de simpatía senderista llegaron al vicerrectorado de la universidad.

Sobre la década de los noventa en adelante la historia ya es más conocida. En mi caso, por ejemplo, ingreso a San Marcos en 1989 y encontré un movimiento estudiantil variopinto pero en donde el senderismo tenía una presencia ineludible. Había una aislada presencia, inclusive de derecha como la “Unión de Estudiantes de Derecho” (UED) o talleres como el “Friedrich Von Hayek” o “Ludwig Von Mises” que eran lunares del liberalismo, que eran un valiente desafío a la presencia radical imperante. Hoy sus representantes de ese entonces cumplen roles políticos e intelectuales en la misma senda de sus orígenes estudiantiles. Pero la gran masa sanmarquina (la mecánica de llamar “masa” a los estudiantes restándoles individualidad es solamente una frase que refleja la semántica del momento) o era indiferente a la política o se identificaban con grupos de izquierda o con el propio senderismo. La presencia de las provincias costeñas y serranas estaba en ese medio vari pinto y caótico. El esfuerzo por aprender por mejorar su situación económica y la de su familia era una aspiración legítima, el país estaba desmoronándose, lo que estaba bien para el senderismo que buscaba instaurar un nuevo orden sobre los despojos de los antiguos, pero en realidad el país se destrozaba por acciones del senderismo y de gobiernos demagógicos o ineptos como el de García Pérez. Se afianzaba el clientelismo y la corrupción burocrática universitaria ante la falta de incentivos académicos o políticos y la universidad avanzaba por inercia y automatismo, como solamente lo puede hacer una universidad en donde su historia, que se remonta a 1551, tiene un peso medular en su sobrevivencia. No puedo dejar de recordar esa mezcla de excelentes docentes que llegaban, daban su clase y se iban de inmediato, con una alta politización para enfrentar al senderismo y a la autoridad gubernamental. Vienen a mi memoria los debates en salones abarrotados de jóvenes senderistas que con una ilusión de cambiarlo todo y arrasarlo todo buscaban acabar con sus vidas individuales para dar paso a otra circunstancia desconocida y delirante. Era una época esquizofrénica en donde había que decidir entre si ir tras un espejismo absurdo e irreal o continuar con una vida llena de inquietudes particulares, que no era muy prometedora para los estudiantes de provincias. La representación estudiantil estaba corrompida en muchos de sus actores y nada hacía presagiar un cambio. Es en ese momento que viene el golpe de Estado de Fujimori, hoy preso, y pronto la intervención de las universidades. Ahí se acabó el movimiento y la representación estudiantil en los años 90 y en la década del 2000. La representación estudiantil y el movimiento universitario nunca volverán a ser los mismos. Hoy han desaparecido prácticamente. Lo que acontece ahora en los claustros universitarios y con los estudiantes es ya la escena contemporánea: apática y abúlica en lo político, pero felizmente aún inquieta en lo académico, a pesar de todo y contra todo.

En mi caso, he seguido ligado a San Marcos, primero como asesor legal de la Universidad del 2004 al 2006 y paralelamente como docente en el pregrado y postgrado de la Universidad en la Facultad de Derecho.

Si algo he podido observar en San Marcos es la variedad, la inteligencia y la sensibilidad, pero también concurrentemente, la indiferencia, la displicencia y el clientelismo burocrático. La multiplicidad de ideas, de formas de apreciar la realidad, pero sobre todo unas ansias de superación de muchos jóvenes que se confrontaban con la desidia del Estado por atender a la universidad pública y un cada vez menor interés de la docencia anquilosada y avejentada en mejorar los sistemas de enseñanza han incentivado a que el alumno sanmarquino que quiera destacar lo tenga que hacer, muchas veces, intuitivamente y de la mano de algunos docentes de valía, buscando, a través del esfuerzo propio, el alcanzar lugares de posicionamiento en donde la invisibilidad del estudiante frente a los demás, no sea la regla. La otra alternativa era optar por el ostracismo, por la vida marginal, plenamente contestataria de la política, cada vez más relegada y anómica, sin un norte ni dirección. La apreciación que hoy tengo de San Marcos y sus estudiantes, es que sigue siendo una Universidad compleja, en donde los alumnos se esfuerzan mucho para ingresar pero que no encuentran, dentro los claustros, elementos necesarios para poder competir con universidades en donde toso es más sencillo y tienen las herramientas para poder utilizarlas en beneficio de la calidad, así como cuentan, los estudiantes, con todas las relaciones para poder posicionarse en el mercado, fundamentalmente, en el sector privado. En el caso de la Facultad de Derecho el grueso del estudiantado sanmarquino encuentra su desarrollo profesional en el sector público, como por ejemplo el Poder Judicial, el Ministerio Público, los Registros Públicos, Indecopi o en los ministerios, pero es más difícil ubicarlos en la actividad privada (grandes estudios de abogados corporativizados) o en las grandes empresas transnacionales (sectores de la minería, la energía, los hidrocarburos, la industria inmobiliaria) , como sí se puede apreciar en el caso de otras universidades particulares de prestigio. No significa que esté mal, sino que es una tendencia que no se puede soslayar en nuestra aproximación. Un reducido grupo de egresados de San Marcos se encuentra en la academia y de manera aislada tiene presencia en la actividad privada, pero tengo la impresión que la hegemonía del sector público la tiene el estudiante sanmarquino. En parte, entonces, el funcionamiento del sector público, es comprensible con el desenvolvimiento del estudiante de la universidad pública peruana.

 

Alumnos SM

 

El estudiante sanmarquino actual es mucho más práctico que el estudiante de los años setenta u ochenta o noventa, reseñados, es un estudiante aspiracional, busca colocarse en el mercado, pero carece de todas las herramientas para hacerlo. Las exigencias del mercado no encuentran sintonía con la mayor parte de los cursos que se dictan o con una plana docente nombrada desactualizada o desfasada de las exigencias de la modernidad. Es cierto que los estudiantes por su iniciativa o la de la Facultad hacen lo posible por contratar docentes de calidad, pero un sistema burocrático, clientelista y “autista” les impide modernizar la universidad pública. Ahora el estudiante sanmarquino actual es hijo de la segunda o tercera generación de migrantes, es un estudiante ya instalado conocedor de las costumbres capitalinas, aggiornado al sector comercial y distante de las aspiraciones del estudiante de los 70 y 80 antes mencionados. Busca insertarse en el sector privado o en un buen puesto en el sector público, busca tener comodidades de inmediato, asimilarse a sus pares de la universidad privada. No se puede comprender a este estudiante actual sin la muerte de la política y del movimiento político. Es un estudiante en su mayoría aséptico, pulcro, apolítico con un interés concreto: un título, las mejores herramientas y contactos para sobresalir y tener comodidad. No generalizo pero considero que es, en parte, cierto. No está mal, ni bien, parece ser un dato objetivo. Un hecho enigmático y concreto lo constituye la dejadez de las autoridades para mejorar la Facultad de Derecho, que, después de un año de reconstrucción, no pueden dejar a tono las aulas para contar con los equipos mínimos que el docente debe tener. El desprestigio en la elección de las autoridades ha generado la ausencia de representantes de la docencia que deberían ser los mejores y han llegado a los cargos de gestión los más mediocres utilizando las viejas artimañas políticas. Eso no ha cambiado. Y el movimiento estudiantil sigue jugando un papel electoralmente importante. El tercio estudiantil sabe cuál es su poder para decidir la elección de las autoridades y lo utiliza muchas veces para confabularse políticamente con éstas, para que logren mantenerse en el cargo o llegar a éste, muchas veces, con criterio mercantilista y podría decir que corrupto. Evidentemente hay una gran diferencia con el estudiante de los 70 u 80 que buscaba un país más equitativo e inclusivo, aquí ya ni siquiera existe esta aspiración ideal, sino la prebenda inmediata y el objetivo de una beca o una posición expectante para su interés personal. Esto implica un círculo vicioso en que la autoridad se entroniza en un sistema perverso de elección asamblearia, que genera incentivos para la burocratización y el clientelismo y un estudiantado indiferente y apolitizado mientras existe una representación estudiantil, con una apariencia política, que busca entrar en el intercambio de favores con la autoridad universitaria y se introduce en este complejo juego de la política barata de elección y repartija de las migajas del poder universitario. En mi calidad de asesor legal de la Universidad, he asistido muchas veces a las asambleas y consejos universitarios y he podido apreciar que las dirigencias estudiantiles carecían del menor nivel académico y político y solamente se orientaban a lo cotidiano, menudo e insignificante, buscando en una mal remedo de “la revolución permanente trotskista” una “elección permanente” de autoridades que los haga sobrevivir económica y políticamente. Veremos si la nueva Ley Universitaria permite que esta situación varíe. Ahora, si se me pide una opinión sobre qué estudiante prefiero, yo sinceramente señalo que me gustaría un estudiante ideologizado (sea cual fuere su punto de vista), con una posición crítica, pero que al mismo tiempo se esfuerce en su actividad académica y profesional, una especie de híbrido de un estudiante de los setenta y de este estudiante contemporáneo que busca solamente su profesionalización y ubicación en un “lugar seguro”. Claro, muchos señalarán que es imposible que un estudiante sea un buen profesional, un académico cabal y que al mismo tiempo tenga una posición sobre su país, que lo piense y que lo sienta, que lo viva y que milite. Sí, debe ser complejo, pero se necesita, se requiere que así sea y que el Estado se comprometa realmente con la universidad peruana y no en promover universidades que no cumplen el más elemental nivel para estudiar y que son el negocio de un grupo de personas que toda sus existencia se han dedicado a lucrar de la educación sin dar cabida a la calidad académica y que participan en la política para la defensa y ampliación de sus intereses mercantilistas en la educación. Bienvenida entonces la discusión académica, profesional, de rigor y erudita, pero también la discusión sobre el país, pues si esto se pierde no solamente se habrá retrocedido sino que San Marcos habrá perdido es elán vital del que me hablaba un viejo profesor sanmarquino.

Hace unos días en una conversación con unos alumnos de una prestigiosa universidad privada escuchaba sus experiencias en cuanto a sus prácticas pre- profesionales, muchos de ellos practicaban en los mejores estudios de abogados, en empresas transnacionales del sector minero o de hidrocarburos, veían aspectos muy sofisticados y técnicos en materia regulatoria, tenían perfecto conocimiento del inglés y deseaban, una vez terminada la universidad, hacer un postgrado en los Estados Unidos o en Inglaterra. Sus formas, su sofisticación su asimilación al mundo moderno, sus aires de satisfacción personal a pesar del esfuerzo desplegado me hacían imposible no pensar en la universidad pública. ¿Será posible que los jóvenes esforzados de la universidad pública tengan la posibilidad de optar para desarrollarse en el sector privado o público? ¿O habrá una suerte de sociedad estamental que, salvo casos aislados, impida una verdadera oportunidad para la inserción del estudiante de la universidad pública en el mercado no solamente público sino privado del país? ¿Qué factores estructurales, históricos, sociológicos, políticos, deciden que el estudiante de la universidad pública no confié en una competencia sana e integradora con sus pares de la privada? El asunto no es, para nada nuevo, pero la pregunta sigue desagarrando una realidad que el Estado peruano y la sociedad prefieren mantener escondida. Una pregunta final: ¿esta Ley Universitaria, hoy materia de estas reflexiones, será importante para colaborar en favor de una sociedad estudiantil que vea reducidas radicalmente las diferencias en oportunidades y posibilidad de movilidad social?

 

 La nueva Ley Universitaria y la regulación de las acciones y omisiones de los estudiantes ¿y el Estado?

 

La nueva Ley Universitaria comienza en su artículo 98 con una infracción constitucional contra el principio de resocialización y rehabilitación del sujeto a la sociedad, al señalar taxativamente lo siguiente: “Las personas que hayan sido condenadas por el delito de terrorismo o apología al terrorismo en cualquiera de sus modalidades están impedidas de postular en el proceso de admisión a las universidades públicas”. ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo constitucional para proscribir su postulación y que con su esfuerzo ingresen a las universidades públicas? ¿acaso son leprosos, desalmados, apestados, que una vez cumplida su codena ya no pueden estudiar ni siquiera aspirar a una universidad pública? ¿acaso en la privada sí los podrían recibir? No será políticamente correcto, pero no encuentro justificación para tal prohibición, es ilegal. Se dirá, esperadamente, que solamente van a hacer política y a tratar de convencer y adoctrinar con la ideología marxista que tanto daño hizo a San Marcos, que utilizarán la violencia contra las autoridades para presionar y adoctrinar a las masas en la lucha política y que “persistirán en el error”[9]. Considero que es una equivocación. Ese fue casualmente el método que permitió que Sendero crezca, que se clandestinice, que no sea visible, que no se pueda combatir con ideas, que no haya respuesta política, que no se polemice. Si queremos una universidad mordaza, en donde las ideas, por más atroces que sean, estén amordazadas o proscritas, lo que ganaremos es hacer crecer en las sombras a esas ideas que deseamos combatir. Es casualmente el efecto contrario el que se logrará. Esto, desde una mirada, si se quiere, política; desde una perspectiva legal es completamente ilegal y atenta contra los derechos humanos. No hay muchas investigaciones, pero en mis viajes a provincias sabemos que el MOVADEF trabaja clandestinamente, soterradamente y que no encuentra respuesta de un estudiantado aséptico políticamente, en donde no existen partidos y en un país en donde la memora está bajo la alfombra, en donde el recuerdo no es importante, lo que se incentiva es la permanencia en el error y si los males estructures se mantienen, si la marginación, el desprecio racial se perenniza, el campo para el odio y el delirio es aun fértil. Nada se gana proscribiendo, nada se logra impidiendo al contrario hay que permitir, para desde el debate académico y político, que tenga memoria y rigor, se pueda lograr, por fin, defenestrar ideas que utilizan el verbo panfletario y anacrónico para vestirse de rojo y convencer a jóvenes carentes de mirada histórica y que no encuentran vías intelectuales o políticas para enrumbar en un camino de contacto con los movimientos sociales, de querer hacerlo.

Evidentemente hay una especie de temor, de delirio persecutorio, por lo sucedido en los años 70, 80 y 90 en la universidad, pues de otra manera no se explica que se haya tenido que repetir en el artículo 99. 1 de la nueva ley que se “debe respetar la Constitución Política y el Estado de Derecho”. Asimismo otro aspecto del temor, se aprecia cuando en el artículo 99.4 se establece que se debe “respetar los derechos de los miembros de la comunidad universitaria y el principio de autoridad”. No recuerdo haber visto en otras leyes universitarias este temor que requiere remarcar que se deben respetar a las autoridades. Las autoridades que lo merecen deberán ser respetadas, las que no, no. Ahora, eso no significa que a las que no se les respeta se les debe sacar a trompicones, sino que se deben buscar los mecanismos adecuados para su remoción, utilizando los canales democráticos. Pero no se puede permitir que bajo el principio del respeto a la autoridad, el clientelismo, la corrupción se instalen en el fuero universitario. Estoy de acuerdo con muchos aspectos de la Ley Universitaria pero en este caso se aprecia el talante militar del su hacedor.[10]

Este artículo 99 lo llamo el artículo del temor, nuevamente el artículo 99.5 señala lo siguiente: “se debe usar las instalaciones de su centro de estudios exclusivamente para los fines universitarios”. Y qué, acaso los fines universitarios no son los que tienen que ver con el quehacer nacional o internacional. Con las circunstancias de nuestro mundo y de nuestra realidad. Cuál es el entonces el fin universitario ¿el encapsulamiento y el autismo? Si se tiene temor a la infiltración de sindicatos, de movimientos barriales, de movimientos anti mineros, a la participación de movimientos políticos de diverso tipo en la universidad considero que es un temor infundado o en todo caso equivocado; al contrario en la universidad hay que discutir , hay que analizar y si de vez en cuando hay que invitar a personas que no sean estudiantes y que representen al sector empresarial o de los trabajadores, etc. no veo inconveniente para que se haga un espacio universitario. Recientemente he visto la realización de la discusión sobre el proyecto Conga desde un conocido taller de derecho constitucional, pero que inevitablemente trataría de temas no jurídicos, sino sociológicos o del movimiento antiminero o prominero ¿se debería prohibir este Taller de las actividades universitarias? creo que no se deberían proscribir, al contrario creo que se deberían alentar estar iniciativas.

Para finalizar lo que he llamado “el artículo del temor” se señala en el artículo 99.7 que se debe: “respetar la democracia, practicar la tolerancia, cuidar los bienes de la institución y rechazar la violencia”. No considero que haya sido necesario un artículo como este. Los primeros que deben cuidar los bienes de la institución son las autoridades universitarias. Y no solo cuidarlos sino proveerlos. Es un artículo innecesario. Más bien lo que se tiene que implementar en las universidades es la memoria, instaurar conversatorios, debates, polémicas, muestras de la Comisión de la Verdad, para que no se repita, a fin de que la memoria sea rescatada y la intolerancia y los errores del pasado no se vuelvan a producir, pero con una conciencia de lo que pasó y una toma de posición meditada y no la proscripción ciega, asumiendo que todos entendemos de una misma forma el fenómeno. Este miedo ciego no ayuda, al contrario la oscuridad y la ceguera así como la ignorancia alimentan la persistencia en el error. Los que se ven beneficiados con el olvido y la falta de memoria son los que quieren y mantienen su posición de persistencia y terquedad en el error. Mientras visibilicemos, transparentemos lo que sucedió en nuestro país y en nuestra universidad podremos matar nuestros propios monstruos. La Ley N.º 23733 tenía dos artículos referidos a la violencia que fueron solamente un lirismo pues después de 1983 fue la violencia la que se enraizó en la universidad. Es situación demuestra que las normas, sin un correlato de conocimiento y conciencia de la realidad universitaria no sirven de mucho o sirven de nada[11].

Con respecto a los derechos de los estudiantes, la nueva Ley señala, en su artículo 100.1: “Recibir una formación académica de calidad, que les otorgue conocimientos generales, para el desempeño profesional y herramientas de la investigación”.

Para tener una formación de calidad el Estado no puede abandonar a su suerte a la universidad pública. En el libro de Manuel Burga antes mencionado con pertinencia se dice: “Esto es lo que está en discusión en este libro desde diferentes perspectivas. Para los tecnócratas liberales que ahora parecen dirigir el MEF, como para los que antes estuvieron en este y otros ministerios, entre el 2001 y el 2006, la solución hay que buscarla en otro lado. La solución –para los primeros– está en los extramuros de las públicas y, por lo tanto, no hay mucho o nada que hacer; el mercado lo resuelve todo. En cambio, para los segundos, los que se identifican con la universidad pública se habla de la necesidad de una nueva reforma universitaria, que despierte quizá a los adormecidos principios de Córdoba, pero que también busque calidad y pertinencia. Dejar que la universidad/negocio resuelva el problema, que la mercantilización de la educación superior, el mercado, aporten la solución, es la renuncia a una de las funciones fundamentales del Estado, casi como si los padres de los sectores medios renunciaran a educar a sus hijos. Esto no sucede en ningún país de América Latina con futuro, o con futuro promisorio, como Brasil, Chile o México, para citar tres ejemplos donde la universidad pública es la locomotora de sus sistemas universitarios”[12]. Abundando sobre el nivel de gasto por estudiante en América Latina, Burga nos dice lo siguiente: “La inversión desigual en América Latina es notable: mientras Brasil invierte más de US$ 5000.00 por estudiante al año, el Perú gasta (así se dice en el MEF) escasamente US$ 1000.00 por estudiante al año. La consecuencia lógica es que Brasil, México o Chile, cuentan con universidades de mayor calidad, bien ranqueadas mundialmente, mientras que las nuestras ni siquiera aparecen en los últimos lugares”. Burga se pregunta: ¿Porque priman tanto los criterios políticos, ideológicos, y no los conocimientos, en los responsables de asignar recursos a la educación pública? ¿Por qué no se establecen políticas de estado que sean respetadas por los gobiernos sucesivos? Se trata de un misterio político que muy bien podría ser consecuencia ineludible del escaso producto bruto interno peruano o de las fuerza de las ideologías neoliberales”[13]. El autor que vengo siguiendo señala de la siguiente forma: “¿sabe usted que la universidad es una institución muy moderna en Brasil? La primera, la Federal de Río de Janeiro, fue fundada en 1920 y la USP (Universidad de Sao Paulo), la que quisiera brevemente presentar, en 1934. Pero quizá usted no ha reparado que a pesar de esta sorprendente juventud, cinco brasileras aparecen en el ranking mundial de las 500 mejores universidades del mundo, donde también aparecen la UNAM de México, la UBA de Buenos Aires y la Universidad de Chile (las tres muy antiguas). Y hay un detalle muy significativo: estas tres últimas figuran por sus puntajes en la columna de egresados de sus aulas con Premio Nobel, las brasileñas y en particular la USP, más bien por la producción de sus docentes en ciencias exactas, de la naturaleza, médicas y sociales [...]”[14]. Aspecto que me llamó la atención de la descripción de Burga es cuando señala: “Entonces nos interesa saber qué es lo que hace grande a la USP; un buen camino podría ser la comparación con la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En el 2005, la USP tuvo 77.205 alumnos matriculados: 58.5% en el pregrado y 41.5% en el posgrado. Se graduaron 2.750 de magísteres y 2.041 de doctores: ambas cifras representan un 19,6% del total de los 24.408 matriculados en el postgrado. En San Marcos, la matrícula fue de 32.466 estudiantes: 90% en el pregrado y 10% en el postgrado, proporciones muy diferentes que hacen de San Maros una universidad contrariamente adolescente frente a la “madura” USP (de 1934). La USP tiene 5.078 docentes: el 95.3% tiene el grado de doctor. En San Marcos tenemos 3.157 docentes: el 17,3% cuenta con grado de doctor. Pero lo que más debe sorprender es que la USP tenga 15.008 trabajadores administrativos, mientras que San Marcos escasamente tiene 3.425: 1,1 trabajadores por docente en San Marcos y 2,7 en la USP. Donde no hay sorpresa es en la inversión anual por estudiante: US$ 5.000 en la USP y menos de US$ 2.000 en San Marcos”[15].

Aspecto que considero sumamente gráfico para comprender la importancia de la universidad pública de calidad en función a sus estudiantes es el siguiente, siguiendo con la comparación entre San Marcos y la USP: “Por otro lado, ambas son públicas, con presupuestos del Estado y con gobiernos colegiados, pero con participación estudiantil muy desigual en los órganos de gobierno: 15% en la USP y 33.3 en San Marcos. Ambas son muy codiciadas por los estudiantes de secundaria: 120.000 postulan anualmente a la USP e ingresan 7.000. Entre el 2001 y el 2005, postulaban a San Marcos 50.000 en promedio e ingresaban 5.250. Un 65% de los que ingresan a San Marcos provienen de colegios públicos, a diferencia de la USP, donde 80% proviene de colegios privados de la clase media paulista. Ambas –como gratuitas– descienden del modelo napoleónico, el que surgió después de la revolución francesa con la finalidad de democratizar a la tradicional sociedad aristocrática. Este modelo que impulsó la movilidad social en la vieja Europa, ha tenido resultados paradójicos en América Latina. En Brasil, la clase media se ha apropiado de las excelentes universidades públicas a las cuales se ingresa a través de un exigente examen de admisión, y han dejado a las privadas a los sectores populares. En nuestro país ocurre exactamente lo contrario: las públicas son para los sectores populares y las clases medias se refugian en la Universidades privadas, con lo que nuestra educación superior pública –a diferencia de su intención original– juega un papel retrógrado, es decir que se ha convertido en un mecanismo de desintegración social, de marginalización, de descontento, que termina por promover más bien la agitación política y una suerte de sociedad estamental”[16].

El artículo 103 señala que es un derecho del estudiante: “Participar en el proceso de evaluación a los docentes por período académico, con fines de permanencia, promoción o separación”. Esto es un ideal o un lirismo, pues mientras existan mecanismos de protección, cofradías docentes, imposibles de romper como la denominada “promoción y ratificación docente” en la que se vota por la permanencia del docente, así sea malo, o haya sido desaprobado gravemente en las encuestas estudiantiles, la voluntad del alumnado que desea retirar un mal docente será una utopía. Se deben mejorar los mecanismos de promoción, nombramiento y ratificación docente, debe darse un valor mayor a la producción científica y no al cumplimiento de formalidades rutinarias o a la antigüedad como factor determinante para mantener un mal docente. ¿Qué mérito hay en el transcurso del paso del tiempo? ninguno.

El artículo 100.4 señala que se debe tener la posibilidad expresar libremente sus ideas, sin que pueda ser sancionado por causa de las mismas. Principio elemental pero que debe ser contrastado con la realidad ¿qué sucede si un estudiante es marxista y considera que la violencia es la partera de la historia? Y lo señala en las aulas, ¿debe ser sancionado por esta idea o se debe tolerarlas y contrastarlas? ¿Qué se debe hacer si un estudiante milita en el MOVADEF? ¿Se le debe retirar de la universidad? Este movimiento está muy presente en Universidades públicas, sobre todo en provincias y negarlo es enceguecerse y no mirar el problema político existente por el abandono estatal. ¿Se debe retirar a los alumnos con esta filiación o se debe combatir estas ideas totalitarias en la polémica y el debate universitario?

El artículo 100.5 señala que es un derecho “participar en el gobierno y fiscalización de la actividad universitaria, a través de los procesos electorales internos, de acuerdo con esta ley y la regulación que establezca cada universidad”.

Este artículo tiene que ser concordado con el artículo 103 de la Ley que establece lo siguiente:

 

Art. 103. Requisitos para ser representante de los estudiantes.

Los alumnos pueden participar como representantes en los diversos órganos de gobierno de la Universidad. Para ello, deben ser estudiantes de la misma casa de estudios, pertenecer al tercio superior de rendimiento académico, contar con, por lo menos, treinta y seis (36) créditos aprobados y no tener una sentencia condenatoria ejecutoriada.

Quienes postulen a ser representantes estudiantiles deben haber cursado el período lectivo inmediato anterior a su postulación en la misma universidad. No existe reelección en ninguno de los órganos de gobierno para el período inmediato siguiente.

Los representantes estudiantiles no pueden exceder del tercio del número de miembros de cada uno de los órganos de gobierno.

El cargo de representante estudiantil no implica ninguna retribución económica o de cualquier índoles, bajo ningún concepto”.

En San Marcos en el año 2005, durante el rectorado de Manuel Burga se instaló la Comisión de Reforma Universitaria dirigida por la historiadora Carlota Casalino Sen y con un importante equipo de jóvenes dentro de los que destacaba David Velásquez Silva, se produjeron documentos muy importantes, que ahora rescato de sus viejos baúles, y sirve o debieron haber servido de insumo para referenciar la realidad universitaria latinoamericana. En esta parte me permito citar alguno de los trabajos de tan esforzada comisión[17]. En cuanto a los estudiantes en el gobierno universitario se estableció que el Perú era el más permisivo, con un 33.33 % de participación a diferencia de Venezuela o de Colombia con 18 y 14% respectivamente o de otros países con un menor número de representantes. Asimismo en el caso peruano los requisitos eran menores para ser representante estudiantil con la norma anterior mientras que en el caso de Ecuador se exigen calificaciones muy buenas en el año anterior a la lección. En Venezuela y Argentina se exigen requisitos de permanencia (regularidad en el tiempo de estudios) en el caso de Venezuela el caso de permanencia es mayor (cursar el último bienio de la carrera). La ley más exigente o restrictiva es la de El Salvador. Esta exige a los representantes no solo ser alumno regular por dos años anteriores a la elección y tener aprobadas más de la mitad de las asignaturas de su carrera, sino también tener calificaciones muy buenas (superiores al 70% obtenible). Aspecto interesante es que en el caso de Colombia la ley establece más del 28% de participación del Estado en el Consejo Directivo Universitario, siendo el sector con mayor representación, y un 14.2 % de la sociedad civil, a través de un representante del sector productivo.

Sobre la exigencia de que sean representantes estudiantiles quienes estén en el tercio superior, estoy de acuerdo. En el criterio trabajado en este artículo si uno quiere hacer vida y política universitaria debe ser un hombre o una mujer disciplinado (a) y para serlo hay que organizar su vida académica y dirigencial, de tal manera que una complemente a la otra. Ya la experiencia nos ha enseñado que un alto grado de politización, y lo que es peor, de mercantilización o acomodamiento político, no permiten contar con representantes de buen nivel y con criterio suficiente para tomar decisiones en beneficio de los estudiantes y de la universidad. Lo que una situación como la actual generaba es que el movimiento estudiantil sea cooptado por lo estudiantes que “no estudiaban” y solamente buscaban figuración en los cargos dirigenciales. Ahora aquellos que realmente tengan vocación de servicio y sean líderes y reales representantes de las necesidades del movimiento estudiantil tendrán la solvencia académica y el mérito suficiente para ser respetados y escuchados sin el temor de su sojuzgamiento por dádivas y beneficios personales. Además que el cargo sea no remunerado incentivará a que los estudiantes realmente comprometidos y con vocación de servicio sean lo que participen en la dirigencia estudiantil. No es, pues, una contradicción un estudiante riguroso y metódico, investigador y académico con un buen dirigente, bien formado y con sólidos valores humanísticos.

 

 

 

[1]           Burga DíazManuel, La reforma silenciosa. Descentralización, desarrollo y universidad regional, Red para el desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, Fondo Editorial de la PUCP, Instituto de Estudios Peruanos (IEP), Universidad del Pacífico-Centro de Investigación, Lima, 2008, p. 11.

[2]           En esta segunda reforma se señala que: “Primero se enfrentaron a Leguía, luego a Sánchez Cerro, Oscar R. Benavidez y Manuel Prado, quienes combatieron la reforma con instrumentos legales, promulgando leyes que en unos casos suprimían y en otros atenuaban el cogobierno, hasta que finalmente nadie pudo detener la avalancha reformista que se plasma en las leyes universitarias de los años 1946 y 1960, con las que se instala definitivamente la Reforma de Córdoba en nuestro país. Hubo un breve interregno entre 1969 y 1983 de eclipse del modelo de la Reforma de Córdoba, cuando se intentó poner en marcha la tercera reforma universitaria durante el gobierno de las Fuerzas armadas del General Velasco, una reforma que tuvo tanto éxito en otros países de América Latina, como México y Brasil. Aquí no, la situación universitaria era muy diferente. Por eso en respuesta a la politización de la Universidad el gobierno militar trasladó la investigación al exterior y creó institutos, como el Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN), el Instituto del Mar del Perú (IMARPE), el Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP) , el Instituto Nacional de Investigación Agraria (INIA) y otros” [Burga DíazLa reforma silenciosa. Descentralización, desarrollo y universidad regional, cit., p. 12].

[3]           Burga DíazLa reforma silenciosa. Descentralización, desarrollo y universidad regional, cit., p. 12.

[4]           LynchNicolás, Los jóvenes rojos de San Marcos. El radicalismo universitario de los años setenta, El zorro de abajo Ediciones, Lima, 1990, p. 15. Lynch analiza en este libro la influencia de las tendencias maoístas con un marcado acento anti intelectual, la influencia de la revolución cubana y la figura del “Che “Guevara, la necesidad del cambio social por la vía de la armas. La función de la universidad era la revolución social y todo lo demás está supeditado a esto. Menciona el fracaso de los proyectos incluyendo el más serio que es el de Augusto Salazar Bondy. Analiza brevemente el rasgo del estudiante promedio en los setenta que es producto de la migración rural a Lima. Las aspiraciones de los padres. El decir “soy de provincias” que se ve reflejado con una identidad étnica y cultural que choca contra el estereotipo clasista y racista del capitalino tradicional o del criollo acendrado y el acogimiento en San Marcos de este estudiante de provincias. Se analiza el deseo de santidad de un dirigente estudiantil que primero querrá ser religioso y luego revolucionario pero detrás estaba un sentimiento de sublimación. Son también materia de comentario las lecturas y el temple del cuerpo, la novela marxista “así se templó el acero” es importante. Esto me hace recordar a la excelente película norteamericana “Temple de acero” con Jhon Wayne. Me imagino que el marxismo más exaltado tomó el nombre del conocido western o quizá fue al revés. Recuerdo de la lectura del libro de Lynch el episodio de los estudiantes sanmarquinos que hacían planchas a las cinco de la mañana para luego salir corriendo y bañarse en las aguas heladas y antárticas de la Punta y de esa forma también templar el cuerpo para la revolución. Había que estar preparados para todo. Analiza, el libro de Nicolás, el radicalismo sanmarquino contra el gobierno de Velasco y la resistencia frente al Decreto Ley N.º 17437 que proscribía la representación estudiantil de quién desconfiaba grandemente. La reflexión sobre las masas que hacen la historia o como dice el autor “esta historia”. La importancia de Mao Tse Tung en el imaginario y doctrina dirigencial sanmarquina, por la identificación campesina como elemento central en la revolución y el alto componente provinciano en San Marcos que los hace proclives a esta ideología y en particular a la “revolución Cultural China”. De singular importancia me resultó el estudio de los partidos estudiantiles en los setenta sobre todo la participación de los FER, desde el universitario, que hacía solo vida universitaria hasta los que era anexos de los partidos políticos comunistas de alcance nacional soviéticos o maoístas. Asimismo la importancia de Vanguardia Revolucionaria (VR) o el Partido Comunista Revolucionario que estaba formado por jóvenes limeños de extracción de clase media alta y que “se rebelaban contra el padre” en palabras de Lynch pero que llegaron a gobernar en el movimiento estudiantil, pero generaban desconfianza por sus posiciones más sesudas, intelectuales y prudentes frente al delirio y emoción acerada de los estudiantes provincianos agrupados en el FER “anti facista”. Es decir ese mundo universitario propio y aislado de la sociedad estaba formando una identidad sanmarquina y esperaba dar el gran salto al cambio social pero sin establecer en su mayoría una real vinculación con el movimiento popular que parecía no ir en la dirección ideologizada del movimiento estudiantil. Este libro ha sido de singular importancia para mi comprensión del movimiento estudiantil más radical de San Marcos en los años setenta.

[5]           Hatun Willakuyversión abreviada del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación PerúInstituto de democracia y derechos humanos de la PUCP, Defensoría del Pueblo, Misereor IHR ILFSWERK, 2004.

[6]           Cuando recién ingresé, recuerdo que llamaban “sacos” a los jóvenes integrantes de Sendero Luminoso. Por sus siglas que irónicamente las hacían llamar “sacos largos.

[7]           Para un análisis más detallado se puede revisar los autorizados trabajos de DegregoriCarlos Iván, El surgimiento de Sendero Luminoso. Ayacucho 1969-1979: del movimiento de la gratuidad de la enseñanza al inicio de la lucha armada, 2.ª ed., IEP, Lima, 2010; Qué difícil es ser dios. El Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso y el conflicto armado interno en el Perú 1980- 1999, IEP, Lima, 2010, Portocarrero,Gonzalo, Profetas del odio, Raíces culturales y líderes de Sendero Luminoso, Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2012; GorritiGustavo, Sendero, historia de la guerra milenaria en el Perú, vol. 1, apoyo, entre otros trabajos serios y documentados del tema, Lima, 2008.

[8]           Una remembranza de este episodio se puede ver mi homenaje a Javier Diez Canseco. Versión en línea: <www://http.creaciondelicuescente.blogspot.com>.

[9]           Esta frase me quedó grabada tras la valiente y corajuda intervención de Gonzalo Portocarrero en el Centro Cultural de la PUCP cuando Alfredo Crespo trató de enlodar la presentación del libro Profetas del odio.

[10]         Recordemos que esta Ley Universitaria se da durante la presidencia en la Comisión de Educación del Congreso del ex general, Daniel Mora. No tengo nada contra que los ex militares presidan una comisión de educación pero es sintomático que un cambio tan esperado haya sido dirigido por un ex militar del Ejército peruano.

[11]         El artículo 57 literal i) de la Ley derogada establecía que: i) Los alumnos que promuevan, participen o colaboren en la comisión de actos de violencia, que ocasionen daños personales y/o materiales, que alteren el normal desarrollo de las actividades académicas, estudiantiles y administrativas, serán separados de la Universidad sin perjuicio de las acciones penales a que hubiera lugar” La década del 80 y del 90 fue la más violenta y este artículo quedó en letra muerta. Las tomas de locales eran diarias, la violencia era permanente e inclusive el Ejército asesinó estudiantes en las Universidades cuando se produjo la intervención del ejército luego del Golpe del Estado. Asimismo el literal j) señalaba: “Quienes utilicen los ambientes e instalaciones de la Universidad con fines distintos a los de la enseñanza, administración, bienestar universitarios, serán expulsados de la Universidad y puestos a disposición de la autoridad correspondiente”.

[12]         Burga, La reforma silenciosa. Descentralización, desarrollo y universidad regional, cit., p. 58.

[13]         BurgaLa reforma silenciosa. Descentralización, desarrollo y universidad regional, cit., p. 58.

[14]         Burga, La reforma silenciosa. Descentralización, desarrollo y universidad regional, cit., p. 60.

[15]         Burga, La reforma silenciosa. Descentralización, desarrollo y universidad regional, cit., p. 61.

[16]         Burga, La reforma silenciosa. Descentralización, desarrollo y universidad regional, cit., p. 61.

[17]       Velasquez SilvaDavid, Gobierno de las universidades de América Latina, Documento de Trabajo N.º 11, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Comisión de Coordinación de Reforma Universitaria, 2005.